Sermón: Mateo 12:46-50 El privilegio de ser familia de Jesús

Mateo 12:46-50 “46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. 48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre”.

 

            Una de las cosas que a mí me gusta hacer es recordar cómo eran las cosas del pasado. ¿Se acuerdan de la maquinilla? Obviamente nuestros hijos modernos no saben del dolor de cabeza al hacer los proyectos a maquinilla. Ellos nacieron en la era de las computadoras. El dolor de cabeza cuando casi a punto de terminar cometiste un error y tienes que taparlo con un papelito o “white out” y nunca queda presentable. ¿Se acuerdan cuando no había celulares y nadie se moría por eso? Ya hemos salido de esa época, pero nuestros hijos no pueden imaginarse esos tiempos. Para ellos las cosas han sido como lo son hoy día.

            Y nosotros también pudiéramos pensar, en la vida espiritual, que las cosas de ahora siempre han sido así. Lejos de la verdad. Hubo un tiempo en el pasado en el cual nosotros nos llamábamos lo-ammi y lo-ruhama. Lo-ammi (no pueblo mío) y lo-ruhama (no compadecida). Esos eran nuestros nombres delante de Dios. Ese era nuestro estatus antes de ser cristianos. Pero Dios nos ha dado un nuevo nombre. De ese cambio nos habla Jesús en este pasaje. Y lo veremos en tres puntos. 1. Fuera de la familia de Dios. 2. Dentro de la familia de Dios. 3. Viviendo como familia de Dios.

 

I. Fuera de la familia de Dios

            Miremos el contexto del pasaje V. 46-48 “46 Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. 47 Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. 48 Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?”. Lo primero que deseo que vean es que Jesús se haya en una casa. Hay gente reunida con él escuchando sus palabras. Mira cómo lo dice: “Mientras él aún hablaba a la gente,”. ¿Qué sucede entonces? Sucede que María y sus hermanos vienen a donde estaba Jesús y envían a alguien para que le de aviso a Jesús de que ellos están allí y desean verle.

            La escena es interesante hermanos. Piensa por un momento. Jesús ha estado enseñando la Palabra de Dios. Ya lleva tiempo haciéndolo y en ninguna de las veces se ve o se menciona o se insinúa que ellos han estado presentes. Mientras Jesús enseña a la multitud ni su madre ni sus hermanos han estado presente apoyando y aprendiendo de labios del maestro. Ellos están afuera mientras sus discípulos están adentro. ¿Por qué?

            Antes de contestar a esta pregunta tenemos otra que contestar brevemente. ¿Quiénes son esos hermanos? La iglesia católica romana dice que eran primos de Jesús o hijos de José, pero no hijos de María. La iglesia romana postula como dogma la Perpetua virginidad de María. ¿Qué podemos decir al respecto? Podemos decir varias cosas. En primer lugar, el contexto mismo nos lleva a concluir que el término hermano, aunque sabemos que se usa en la Biblia para referirse a parientes lejanos o cercanos, se refiere naturalmente a hermanos en sentido biológico. Nada en el contexto demanda que lo interpretemos distinto al sentido natural y normal de esa palabra. En segundo lugar, Mateo mismo nos enseña que luego de dar a luz María ella vivió una vida matrimonial normal en donde la sexualidad es parte esencial del matrimonio. En Mateo 1:25 se dice “25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS”. En tercer lugar, en ningún lugar en la Biblia se enseña que el estado de virginidad es más noble o santo que el estado matrimonial. Y, por último, de ser hermanos mayores de Jesús por parte de José entonces técnicamente Jesús no podría ser heredero del trono de David porque Jesús no sería el primogénito de José, según lo requiere la sucesión hereditaria.

            Ahora bien, regresando a lo que tenemos presente es el hecho de que ni María ni sus hermanos han estado presentes ni apoyando el ministerio de Jesús. ¿Por qué? Juan nos dice en Juan 7:2-5 “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; 3 y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. 4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. 5 Porque ni aun sus hermanos creían en él”. Y en el pasaje paralelo de Mateo, Marcos nos dice algo con respecto a lo que pensaba su familia acerca de Jesús. Y posiblemente nos ayuda a entender el por qué María y los hermanos de Jesús querían hablar con él. En Marcos 3:20-21 nos dice “20 Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. 21 Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí”. Los suyos se refiere a la familia biológica de Jesús. No dice explícitamente María, aunque no la excluye.  Aparentemente la familia de Jesús había escuchado lo que estaban diciendo de Jesús los fariseos, los ancianos de Israel y demás líderes y llegaron a preocuparse de Jesús. Tal vez concluyeron que Jesús se estaba pasando de la raya y fueron a hablar con él. E hicieron algo incorrecto: interrumpieron la enseñanza de Jesús. Tal vez querían hablar con él aparte y preguntarle que les aclarara lo que están escuchando acerca de él. Pero esto podía esperar un mejor tiempo. Ninguno de ellos tenía el derecho de interrumpir la misión de Jesús.

            Si te das cuenta los hermanos de sangre de Jesús no creían en él. No eran sus seguidores. Y esto nos enseña una gran verdad: la salvación no se adquiere por nacimiento, ni por la sangre sino por medio de la fe en el Hijo de Dios. Los lazos de sangre y carne no nos hacen familia de Dios. No por tener hijos o nietos automáticamente nacen cristianos. La salvación no viene por la naturaleza sino por la gracia de Dios.

            Lo irónico de la vida es el hecho de que viviendo con Jesús y siendo su familia en la carne no eran su familia en el Espíritu. Estaban fuera de la familia de Dios, aunque convivían con el Hijo de Dios. Conocían de Jesús, pero no conocían a Jesús. Hermanos, por naturaleza nosotros somos lo-ammi, no pueblo de Dios. Es un error terrible que promueve la iglesia católica y algunos grupos evangélicos el decir que todos somos hijos de Dios. No es así. Todos somos criaturas de Dios. Pero no todos somos hijos de Dios. Jesús mismo nos dice en Juan 1:11-12 “11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;”.   

            Pero, aunque por naturaleza nacimos fuera de la familia de Dios por la gracia de Dios en Cristo Jesús hemos sido adoptados y estamos dentro de su familia.            

II. Dentro de la familia de Dios

            V.48-49 “48 ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos”. Oh hermanos, qué gran honor y privilegio es ser madre, hermanas y hermanos de Jesús. Jesús nos enseña que por la fe en él y solo por la fe Dios nos adopta como sus hijos. Y entramos a ser parte de la familia de Dios.

            Oh hermanos, no nos olvidemos que este privilegio solo lo tienes tú y nadie más. Nadie goza de ese honor de ser de la familia de Dios excepto los cristianos. Nadie goza de todos los privilegios de ser familia de Dios excepto los que han rendido su corazón a Cristo totalmente. El privilegio de ser familia de Dios es una de las coronas sino tal vez la corona mayor que Dios nos ha dado.

            Pero hay algo sumamente importante que Jesús desea que entendamos. Al señalar a sus discípulos como su madre y sus hermanos, Jesús nos enseña que los lazos de la familia de la fe son no solo más profundos, sino que transcienden hasta la misma eternidad. Solo la familia de la fe permanece para siempre. Todos los demás lazos terminan en la muerte, pero no los lazos de la familia de la fe. Algún día mi esposa dejará de ser mi esposa, pero nunca dejará de ser mi hermana en la fe.

            La iglesia es una familia que permanece para siempre. Nadie debe sentirse solo, porque todos nosotros somos hermanos, hermanas y madres los uno de los otros. Esta es una de las glorias del evangelio: de aquellos que no éramos pueblo de Dios por la sangre de Cristo hemos sido adoptados en la familia de Dios. Y de aquellos que no merecíamos recibir compasión por nuestro pecado Dios por su gracia en Cristo ha derramado su compasión y nos ha salvado. No ha adentrado a su familia. Nos ha hecho uno de sus hijos. Todos somos hijos por la fe sin importar la raza, la nacionalidad, la condición económica, ni la educación.

            Y ahora que somos hijos de Dios, familia de Dios por la fe en Cristo Jesús qué nos queda sino vivir como lo que somos: la familia de Dios.

III. Viviendo como familia de Dios

            V. 50 “50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre”. Todos los creyentes son la familia de Dios. Todos y cada uno de ellos. Y nos dice Jesús cómo podemos conocer a quienes son de la familia de Dios. Estos son los que con sinceridad hacen la voluntad de Dios Padre que está en los cielos.

            En las palabras de Jesús está incluida la fe. No es que para convertirnos en la familia de Dios debemos hacer la voluntad de Dios como si la base para convertirnos en familia de Dios, sus hijos, descansa en nuestras obras. Esa no es la idea. El énfasis de Jesús no es en la fe, aunque está incluida, sino que el énfasis lo es en la evidencia de una fe genuina. Esa fe genuina la reconocemos por ser una fe obediente. La Biblia lo enseña muchas veces. Juan 15:14 “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”. Lucas 8:21 “21 Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen”. En otras palabras, nadie tiene el derecho de considerarse hijo de Dios, familia de Dios, a menos que con sinceridad busque cumplir todos los mandamientos de Dios. Esa es la evidencia de haber nacido de Dios. Esa es la evidencia de ser hijos adoptivos de Dios: el buscar obedecer todos sus mandamientos.

            Y que honor tan grande el ser familia de Dios.

            Dos aplicaciones finales hermanos:

1. Aunque los hermanos de Jesús no creían en él mientras él vivía luego de la resurrección ellos creyeron en Jesús. Lo sabemos porque los vemos en el culto de oración que la iglesia hacia antes de Pentecostés. Hermanos, nunca perdamos la esperanza en nuestros familiares que no conocen al Señor. Continuemos orando por ellos. Sigamos hablándoles de Cristo y de la necesidad que tienen de convertirse al Señor. Dios puede hacer todavía la obra aunque parezca ser imposible.

2. No te olvides quien eres por la fe en Jesús. Eres de la familia de Dios. Eres su madre o hermana o hermano. Eres del círculo íntimo de Jesús. No te avergüences de decir que eres de Cristo. No te avergüences de vivir como seguidores de Cristo. ¿Sabes por qué? Porque él no se avergüenza ni se avergonzará jamás de llamarte su hermano. Como dice Hebreos 2:11 “11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,”. Por tanto, se fiel al amor que tu hermano ha derramado por ti. Él es tu hermano mayor busca de él consejo. El es tu hermano mayor, imítalo. Él es tu hermano mayor que ha derramado su sangre para limpiarte de todos tus pecados. Corresponde a su gracia en obedecer celosamente a los mandamientos de nuestro Padre que está en los cielos. ¿Cómo va tu vida de obediencia? ¿Cuán celoso eres en buscar obedecer todos los mandamientos de Dios? Nadie puede decir yo soy de Cristo, yo soy de la familia de Dios y heredero de los cielos a menos que lo demuestre en obediencia a la voluntad de Dios. ¿Medita en esto?