Sermón: Mateo 12:43-45 El peligro de una conversión a media

Mateo 12:43-45 “43 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. 44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. 45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación”.

 

            Tenemos ante nosotros una parábola de labios del Señor Jesús. Pero esa parábola está basada en realidades. Jesús nos enseña por medio de las parábolas principios espirituales. Y un principio espiritual que Jesús nos enseña aquí es la realidad de la existencia de Satanás y su obra en controlar y poseer las vidas de seres humanos. Satanás, el príncipe de los demonios, es un ser real. El tienta, acusa y posee las vidas de seres humanos. El anda como un león rugiente a quien devorar. Los creyentes pueden ser atacados por demonios. Los no creyentes pueden ser poseídos por demonios. Y porque eso es cierto y es una realidad Jesús utiliza esa realidad para enseñarnos verdades espirituales.

            ¿Qué tenemos aquí? Tenemos una advertencia de parte de Jesús. Él nos habla acerca de un peligro real. Esto no es algo imaginario. Esto no es un cuento de hadas. Esto no es fantasía. Nos habla de algo sumamente triste. Nos habla de una posesión. No habla de una reposesión. Y nos habla de un estado peor. Así que sus palabras son sumamente serias. Y así debe ser tomada por todos aquellos que leen o escuchan esta parábola. Hay tres cosas que podemos ver y aprender de esta perícopa, de esta pequeña porción de la Palabra de Dios. Jesús nos habla de una terrible tragedia, de un terrible remedio para enseñarnos de una gloriosa salvación.

            Veamos cada uno de ellos. En primer lugar: una terrible tragedia.

I. Una terrible tragedia

            V. 43 “43 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla”. ¿Por qué Jesús está hablando sobre posesiones demoníacas? Bueno si ustedes recuerdan Jesús había sanado a un hombre poseído de un demonio que provocaba que ese hombre fuera ciego y mudo. Y tan pronto Jesús lo libera de la posesión el hombre ve y oye. Lo vimos en el versículo 22. Y esto provocó advertencia del peligro de blasfemar contra el Espíritu Santo.

            Así que Jesús aquí nos cuenta esta parábola en la cual Jesús compara a la nación judía o a esa generación que vivía en ese momento como a un hombre poseído por Satanás.

            ¿Cuál es la idea detrás de todo esto? La idea es que todos nosotros por venir a este mundo con una naturaleza corrupta somos esclavos de Satanás. No que cada ser humano está poseído por Satanás o alguno de sus demonios, sino que todos nosotros desde que venimos a este mundo somos esclavos de Satanás. Así lo describe la Biblia. Por ejemplo si buscamos en Efesios 2:1-3 “1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”. Antes de que Cristo nos diera vida estábamos muertos en nuestros pecados y delitos. Y en ese estado de vida caminábamos. Vivíamos en el camino del pecado. Seguíamos la corriente del mundo. Éramos como peces arrastrados voluntariamente por la corriente del mundo. Y esta vida de pecado era en conformidad al príncipe de la potestad del aire. Este es un título de Satanás. Y todos nosotros vivimos en un tiempo haciendo los deseos de nuestra carne y de los deseos de nuestros pensamientos pecaminosos y éramos por tanto hijos de ira. Herederos de la ira de Dios.

            Esa es la vida de todo ser humano que viene a este mundo. Esa es la vida de todo aquel que nace en este mundo. Nuestra vida antes de Cristo era como uno que estaba poseído por Satanás. Por uno poseído por un espíritu inmundo. Un espíritu sucio que lo que busca es robar, matar y destruir. Y busca que los seres humanos se revuelquen en la suciedad del pecado. ¡Que terrible tragedia!

            Y aunque no todos los seres humanos son poseídos físicamente por Satanás todo nosotros somos esclavos de Satanás. Esa es una de las condiciones de haber caído en el estado de pecado y de miseria que hemos caído en Adán al pecar contra Dios. Ese es el estado del mundo. Esa es la condición de la sociedad en que vivimos. Esa es la condición de todos aquellos que no tienen a Cristo morando en su corazón.

            Pero aquí hay algo que sucede. Aparentemente esta persona, así poseída, logra que ese espíritu inmundo lo abandone. Ese espíritu “sale del hombre”. Y nos dice que ese espíritu “anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla”. Aquí hermanos, debemos tener cuidado y no estirar demasiado la parábola para que diga cosas que no son. La idea es que el demonio solo haya paz dentro del hombre. Solo haya paz cuando busca destruir. Pero ese espíritu ha salido. Ha habido un remedio. Pero si te das cuenta por la parábola ese remedio resultó uno terrible. Este es nuestro segundo punto. Un terrible remedio.

II. Un terrible remedio

            V. 44-45 “44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. 45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”. ¿Qué es lo que ha ocurrido? El pasaje no nos da todos los detalles. Recuerda que es una parábola. Nos dice que la vida de ese hombre y que era la casa de Satanás ha sido barrida, ha sido adornada pero no ha sido ocupada. Está desocupada.

            ¿Cómo ocurre esto? Esto ocurre cuando hay reformas y cambios en la vida de una persona, pero esos cambios no son completos. Ha habido una “conversión” parcial. Los judíos han recibido la ley de Dios. Ellos eran custodios de los oráculos de Dios. Nos dice Pablo en Romanos 9:4-5 que de ellos son “la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; 5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”. Y esto provocó cierta reforma, ciertos cambios. La casa fue barrida, adornada, pero seguía desocupada. ¿Por qué? Porque Cristo no moraba allí por su Espíritu.

            Eso mismo ocurre con muchos de los que escuchan el evangelio. Muchos escuchan el evangelio y hacen cambios drásticos en sus vidas. Algunos dejan de fumar, de beber, se separan de sus amantes, etc. Hacen cambios enormes en sus vidas. Y procuran adornarlas. Muchos se unen a las iglesias, o comienzan a practicar un deporte. Ponen en orden su trabajo. Le dedican más tiempo a sus familias. Se apartan de ciertos pecados que saben que los pueden destruir. Pero tales cambios y reformas se basan en el temor a perder el control o su familia, o el trabajo, o la reputación, o temor a sus padres, etc.

            Lo mismo ha ocurrido con hijos de padres creyentes. Han escuchado el evangelio desde niño o por muchos años. Y en virtud de tales enseñanzas han ordenado sus vidas. Son buenos muchachos, trabajadores, personas de la casa, no dan mucho que hacer ni causan muchos problemas. Aprender a hablar como cristianos Aprenden a conducirse como cristianos.

            Pero Jesús nos advierte. Si eso es todo el cambio que hay en tu vida. Si todo lo que hay en tu vida es una conversión a media. Si luego de escuchar el mensaje del evangelio no ha habido una profunda, radical y total conversión tu vida, entonces, lo que va a ocurrir es semejante a la morada de ocho demonios terribles morando en tu vida. Y entonces nos dice Jesús “y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”. ¿Por qué peor? Porque toda aquella reforma, todos aquellos cambios, toda aquella conducta corregida no fue producto de la obra de santificación. No fue hecha en el poder del Espíritu Santo. Fue una restricción auto impuesta en la cual no ha habido gozo. No ha habido deleite en la santificación. Porque no hay santificación en sus vidas. Hay restricción y como no es por amor a Dios tal restricción es una cárcel para esa hora. Y luego que esa persona se canse y si hastíe entonces ocurre lo peor. Muchos se entregan a pecados mayores que los anteriores. Otros se hacen insensibles al mensaje del evangelio. ¿Por qué? Porque esa casa barrida y adornada no fue ocupada por Jesús por medio del Espíritu Santo.

            El apóstol Pedro habla exactamente de esto mismo en su carta. En 2 Pedro 2:20-22 “20 Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. 21 Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. 22 Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”.

            Eso les ocurrirá a aquellos que han tenido una conversión parcial. A aquellos que han dado su manos y pies al evangelio, es decir, hacen cosas por el evangelio: ayudan, sirven, pero no han dado su corazón a Cristo.

            Y Jesús les advierte a los judíos de esto mismo cuando les dice: V. 45 “Así también acontecerá a esta mala generación”. Entonces sus reformas se transformarán en un odio al Señor Jesús que los llevará a pedir su muerte.

            Pero no todo queda ahí. Esta parábola nos enseña también acerca del poder del evangelio, del poder salvador de Cristo Jesús. Y nos habla acerca de una gloriosa salvación.   

III. Una gloriosa salvación

            Esta parábola nos lleva inevitablemente a los versículos del 28-30 “28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. 29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. 30 El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

            Hermanos, nosotros por naturaleza éramos como hombres y mujeres poseídos por Satanás. Éramos esclavos de los delites. Éramos esclavos de Satanás y éramos esclavos del pecado. Pero Jesús nos convirtió por medio de su Espíritu Santo. Y es como si Jesús clamara en las palabras de Marcos 9:25 “yo te mando, sal de él, y no entres más en él”. Jesús es más fuerte que Satanás. Con su obra en la cruz El pagó por nuestro rescate. Y por la obra del Espíritu de Cristo El nos ha hecho nuevas criaturas. Ahora somos templo de Dios porque el Espíritu Santo mora en nosotros. Ahora tenemos deleite en hacer la voluntad de Dios. Ahora deseamos ser cada día más santos. Ahora es nuestro gozo adorar a Dios. Ahora podemos hacer morir lo terrenal en nosotros porque Dios produce en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad. Ahora nos apartamos del pecado porque amamos la santidad.

            Ahora bien, ¿Qué nos quiere enseñar Jesús con todo esto? Nos quiere enseñar que no podemos estar a medias con Jesús. O abrazamos su evangelio con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas. O “hubiera sido [mejor] no haber conocido el camino de la justicia”. Jesús dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. No hay lugar para términos medios. Dios se quejó de su pueblo en Oseas 7:8 cuando dijo: “Efraín fue torta no volteada”. Fue una torta que no se puede comer porque no fue totalmente cocinada. Una media conversión no salva a nadie. Una reforma sin regeneración no te lleva a los cielos. ¿En cuál estado espiritual te encuentras?