Sermón: Mateo 12:33-37 Por sus frutos los conoceréis

Mateo 12:33-37 “33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. 34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

 

            Hay un dicho popular en Puerto Rico que dice: dime con quién andas y te diré quién eres. ¿Cuál es la idea? La idea es que con quien te asocias dice algo de tus gustos y preferencias, de la clase de persona que posiblemente eres. Obviamente ese dicho no es absoluto y tiene sus fallas. Pero expresa una gran verdad bíblica: “33 No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33).  

            Y del pasaje que tenemos presente se podría sacar un dicho que diga: Dime cómo hablas y te diré quién eres. ¿Por qué? Dice Jesús en el versículo 34 “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Dicho de otra manera: nuestras palabras revelan nuestro carácter. Y esto a su vez revela la necesidad de un cambio radical de nuestro corazón. Veamos cómo Jesús nos enseña esta gran verdad.

I. Nuestra verdadera naturaleza se revela por nuestros frutos

            V. 33 “33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol”. El contexto del pasaje es el mismo del tema anterior: la blasfemia contra el Espíritu Santo. Jesús continúa hablando y argumentando contra los fariseos. Y aquí les da una parábola. Y les dice que el fruto y el árbol van juntos. Y además: ustedes reconocen que he hecho algo bueno pero dicen que ese bien que he hecho al sanar al endemoniado ciego y mudo fue hecho por el poder de Satanás mismo. Jesús les dice que eso es absurdo. Ustedes están diciendo: hizo algo bueno pero El es una persona mala. ¿Cómo es eso posible? Y les dice: “33 O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo;” “O soy bueno porque hice bien o soy malo y por tanto haré el mal. Pero lo que hice fue bueno: sané a uno poseído por Satanás. Soy el único en el mundo que puede hacerlo. Lo libré de su esclavitud”. Por tanto, la conclusión a la cual deben llegar es: Jesús es bueno y esto evidencia que Él es el Hijo de David. Él es el Mesías. Solo Él es el Salvador del mundo porque nadie, absolutamente nadie puede hacer lo que Jesús hace. Y demuestra lo santo y puro que El es. ¿Por qué esa conclusión? “porque por el fruto se conoce el árbol”. El fruto es lo que hacemos y éste revela nuestra naturaleza. Revela nuestro hombre interior. Revela lo que hay en nuestro corazón. Revela quiénes somos realmente. No hay mejores rayos X en el mundo que lo que hacemos, pensamos y decimos. Esa es la mejor tabla de contenido del libro que es nuestro corazón. Nuestra naturaleza es revelada por nuestros frutos, por lo que hacemos.   

            Entonces Jesús aplica tal parábola a la oposición que los fariseos han levantado contra El y los insultos que los fariseos le profirieron. Y les dice que nuestras palabras revelan el estado de nuestro corazón.

II. Nuestras palabras revelan el estado de nuestro corazón

            V. 34 “34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Jesús aplica lo dicho a los fariseos. Y les dice: sus insultos y la blasfemia que dijeron contra el Espíritu Santo es evidencia de que su corazón es malo. Y les dice: “¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?”. Ustedes no pueden esperar hablar lo bueno, a favor de Dios, a favor de mí, que soy enviado por Dios mismos, porque son malos. Ustedes no son otra cosa que una “¡Generación de víboras!”.

            Esta no es la primera vez que esa frase ocurre en la Biblia. Ya Juan el Bautista la había usado en contra de los fariseos y saduceos cuando fueron a espiarlo mientras bautizaba en el Jordán. Pero allí en Mateo 3:7 cuando usa esa frase “7 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?”, Juan el Bautista la usa para decirles acerca de su herencia familiar. En cambio, aquí Jesús lo usa para hablarles de su naturaleza semejantes a la de las víboras, es decir, venenosas. En otras palabras, Jesús les dice sus insultos y blasfemias demuestran que su naturaleza es venenosa como la de las serpientes. Ellos poseen un corazón corrupto.

            Ese, hermanos, es el testimonio de toda la palabra de Dios al describir la naturaleza humana. Por naturaleza los seres humanos, tú y yo, venimos a este mundo con un corazón corrupto. Por eso David podía decir en el Salmo 51:5 “5 He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre”. Hemos sido formados en maldad. Como si la maldad fuera la materia de la cual hemos sido hechos. Por eso el salmista dice en el Salmo 58:3 “3 Se apartaron los impíos desde la matriz; Se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”. De aquí que el problema del ser humano lo es de adentro del corazón. Jeremías 17:9 “9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”. No es que la sociedad corrompe al ser humano, sino que el corrupto ser humano corrompe la sociedad. Y demuestra que la sociedad es corrupta porque somos corruptos. Esa es nuestra naturaleza.

            Jesús dice: “porque de la abundancia del corazón habla la boca”. La palabra abundancia aquí significa excedente, en inglés es el surplus. Tenemos tanto que excedemos la demanda. Tenemos de más. En otras palabras, en un corazón donde abunda el orgullo se manifestarán palabras orgullosas de muchas maneras. En donde predomina el enojo y la ira se manifestará en expresiones de ira. En donde abunda la lujuria se manifestará en expresiones vulgares y sucias toda vez que pueda. Tal vez cuando está en compañía de otros se controla, pero cuando está en compañía de sus seres queridos revela claramente lo que abunda en el corazón. Es en esos momentos que nosotros revelamos lo que realmente somos.

            Entonces Jesús añade: V. 35 “35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas”. La palabra tesoro aquí es [thesaurós] que significa almacén o tesorería y de ahí sale el término tesauro, ese tesoro abundante de palabras. Dice John MacArthur: “El corazón de una persona es donde atesora sus pensamientos, ambiciones, deseos, amores, actitudes y lealtades. Es la reserva de la cual la boca extrae sus expresiones”. Por eso nuestras palabras revelan el estado de nuestro corazón.

            Y ¿que revelan del estado de nuestra sociedad? Lo que oyes por todas partes son maldiciones, palabras soeces, lenguaje vulgar, insultos, palabras agresivas, mentiras, chismes. Todo ello revela el estado espiritual de la sociedad y revela el estado espiritual de los miembros de la sociedad. Y por tanto de la necesidad de un cambio radical de vida. Un cambio que solo Cristo puede lograr. Solo Dios puede cambiar nuestro corazón corrupto. Esto no es algo que se logra por mejor educación ni por mejorar la economía: subir los salarios de las personas, ni mejores trabajos, etc. Cosas que no son malas en sí mismas pero que no cambian el corazón caído del ser humano. Tampoco se logra por la sicología, ni por terapias, ni por mensajes positivistas, ni por practicar una religión con sinceridad sino por la obra omnipotente de Dios Espíritu Santo. Jesús le dijo a Nicodemo en Juan 3:3 “3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.

            Luego Jesús nos habla de la seriedad del asunto. Los frutos revelan el tipo de árbol que es. Si el árbol es bueno su fruto es bueno, si el árbol está podrido su fruto es podrido. Nuestras palabras revelan el estado de nuestro corazón. Pero ahora Jesús nos dice algo más. Nos dice que no hay palabras insignificantes. Ya que seremos juzgados por nuestras palabras.

III. Seremos juzgados por nuestras palabras

            V. 36 36 “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”. Al final todos compareceremos antes el trono blanco de Dios. Todo el mundo: sean creyentes, ateos, de cualquier religión en el mundo, todos compareceremos a ser juzgados por el Juez justo de toda la tierra: el omnisciente Jehová. Y cada palabra ociosa que ha salido de nuestra boca “de ella darán cuenta en el día del juicio”. Todas nuestras palabras serán pesadas. Pero Jesús dice específicamente toda palabra ociosa. La palabra ociosa significa que no trabaja, que es inútil, que no produce fruto, que no edifica. No solo que es mala en sí misma, sino que no edifica a los que la oyeren. Diccionario BDAG: “es una palabra descuidad que por no tener valor es mejor que no se hubiera dicho”. De ella daremos cuenta.

            Y nos dice algo más que es espeluznante. V. 37 “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Aquí Jesús nos enseña algo importante. La palabra justificado es un término legal, forense, lenguaje de las cortes. Justificado es el opuesto a ser condenado. No significa hace justo sino declarar que alguien es justo según la ley. En otras palabras, seremos absueltos de condenación o seremos condenados por nuestras palabras. No es que seremos justificados por las obras. Si no que nuestras palabras revelarán el estado de nuestro corazón. Si nuestro corazón es uno que ha sido purificado por le fe en el Señor Jesús o si nuestro corazón jamás fue purificado por la fe. Si por la gracia de Dios nuestro corazón ha sido hecho de nuevo por la santificación del Espíritu Santo o no. No hay palabras insignificantes en este mundo.

IV. Aplicaciones prácticas

1. Dios por su gracia regeneradora nos ha hecho buenos árboles y por tanto debemos producir buenos frutos. Frutos de obediencia a Dios. Frutos de amor y paciencia y dominio propio. Frutos de buenas palabras que salgan de nuestra boca. Ahora bien, ese fruto no sale naturalmente sino por la gracia de Dios. Por medio de lágrimas, confesión de pecados, vigilar nuestras emociones, suplicar la gracia santificadora: Dios dame la lengua de Jesús.

2. Aprendemos que para tener una lengua que edifique a los que nos oyen tenemos que trabajar con nuestro corazón. Por eso dice Proverbios 4:23 “23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”. El corazón es la esencia de lo que somos. Si lo cuidamos evitando lo que lo contamine, alimentándolo de lo que edifica (la comunión con Dios en oración, meditación de la Palabra, servicio a Dios, confesión de pecados, etc.) entonces nuestras palabras saldrán para edificación. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”.

3. Dice Santiago que nosotros ofendemos muchas veces con la lengua. Santiago 3:2Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo”. Y también dice en Santiago 3:9-10Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”. Y también dice Efesios 4:29 “29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca…”. Lo que debe caracterizar nuestra vida debe ser Colosenses 4:6Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Debemos estar atentos y oírnos a nosotros mismos cómo hablamos. Y cuando veamos que nuestras palabras no han sido dignas del Señor Jesús, de nuestra fe en El, de nuestro deseo de agradarle en todo, entonces acércate a Dios en arrepentimiento. Pídele la lengua de Jesús y que tus palabras sean el lenguaje de Canaán. Y si has ofendido a alguien de palabra ve donde él o ella y pídele perdón. Porque los golpes se sanan con el tiempo, pero las palabras penetran hasta partir el alma. Solo Jesús puede sanar tu alma para que tus palabras sean “buenas para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” Efesios 4:29.