Sermón: Mateo 25:31-40 El Destino de los Convertidos

Mateo 25:31-40 “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”

 

            Hermanos y amigos, hemos estado estudiando un tema que es súper importante. El tema que hemos venido predicando lo es la conversión. Decimos que es súper importante porque sin ella nadie entra en el reino de los cielos. Por lo menos en cuanto a los adultos se refiere.

            Todo el mundo necesita ser convertidos a Dios y a Cristo Jesús por el poder del Espíritu Santo. Porque sin ella no hay salvación ni vida eterna.

            Vimos que la conversión es una obra en el corazón de los pecadores. Y ella es fruto del nuevo nacimiento. Jesús mismo dijo en Juan 3:3, 5 “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. V. 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” El nuevo nacimiento es la causa de la conversión, es la causa de poder ver el reino de Dios y de poder entrar en el reino de Dios.

            Pero hay algunos que no quieren venir a Cristo para tener vida. Rechazan el evangelio. Algunos abiertamente y agresivamente. Otros lo rechazan no de una manera agresiva pero sí al ser indiferentes al llamado del evangelio de creer en Cristo Jesús y ser salvos. Sea que lo rechacen agresivamente o no el destino de ambos será el mismo: el horno de fuego en el infierno. Ese es el destino de todos aquellos que no se convierten de veras.

            Pero hay otros que reciben el evangelio. Hay otros que por la gracia de Dios perciben la ira de Dios sobre ellos por sus pecados, ven lo horrible que es el pecado, reconocen que nada de lo que hagan podrá merecer la salvación y ven la hermosura de la persona y obra de Cristo que les dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche.” (Isaías 55:1). Y abrazan la salvación plena y libre que Cristo ha adquirido para su pueblo. ¿Cuál es el destino de aquellos que se convierten? A la luz de la Escritura, a la luz de las palabras misma de Jesús lo es: el cielo. 

            Hoy vamos a contestar tres preguntas similares a las del domingo pasado. El domingo pasado predicamos sobre el infierno y contestamos tres preguntas: ¿Qué es el infierno? ¿Quiénes van al infierno? ¿Cómo podemos escapar del infierno?  Hoy vamos a estudiar sobre el cielo: ¿Qué es el cielo? ¿Quiénes van al cielo? ¿Cómo podemos escapar del cielo?

I. ¿Qué es el cielo?

            El cielo es un lugar específico. Es un lugar en donde allí van a morar los justos. Jesús mismo lo describe así en Juan 14:2 “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” Jesús habla de un lugar específico cuando dice que es un reino. ¿Qué clase de reino es?

            Es un reino heredado nos dice Jesús. La vida eterna es la recompensa del justo. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. ¿De qué? De todo, de absolutamente todo. Herederos de este mundo entero. Todo es nuestro nos dice Pablo en 1 Corintios 3:21-23 “Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” Por eso Jesús dijo en Mateo 5:5 “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” Por tanto, usemos de este mundo el cual nos pertenece a nosotros. Pero no pongamos nuestro corazón en ellos. Donde está vuestro corazón allí estará vuestro tesoro. Y vuestro tesoro debe estar en los cielos. Por tanto, “19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”. (Mateo 6:19). ¿Dónde está tu corazón en este momento? ¿Qué es lo más ama tu alma?

            Es un reino preparado por Dios mismo desde la eternidad. Desde la eternidad Dios preparó este reino. Desde antes de la fundación del mundo Dios escogió en Cristo Jesús a los herederos de este reino. Antes que le conocieras Dios había puesto su amor sobre ti. Antes de nacer Dios te había escogido para hacerte rey en este reino de su amado Hijo. Y antes de todas las cosas Dios había diseñado la hermosura, la felicidad, el gozo que estará presente en ese reino celestial para los que le aman de veras. Nada sucede por casualidad.

            Es un lugar de honor. V. 33 “Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.” Es cierto que en este pasaje se describe el juicio final. Hay una separación entre las ovejas y los cabritos. La idea es de separación por causa de honor. Estos me pertenecen, los demás están excluidos de este honor, de estos privilegios. Así como Cristo fue exaltado luego de sus sufrimientos aquí en la tierra, los justos serán exaltados a un lugar de honor en los cielos.

            Es un lugar de absoluta bendición. V. 34 “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre”. Luego de que el juez dé el fallo exculpatorio reconociendo como suyos a los creyentes, El los recibe con todo amor y dulzura. Los invita a venir ante El. A estar cerca de Cristo mismo. Y a entrar en la plena bendición de la vida eterna. ¿En qué consiste esa bendición? Consiste en primer lugar en ver a Dios. Veremos a Dios en el rostro del Señor Jesús. Y esa visión de Dios sea beatífica, es decir, transforma el alma a la imagen de Dios llenándonos de la vida de Dios y llenándonos de Él. En segundo lugar, en absoluta y perfecta felicidad. Apocalipsis 21:4 “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” En esta vida hay alegría y lloro, y en muchas ocasiones hay más llanto que alegría. Hay muchas decepciones, frustraciones, pero el reino de los cielos ya no habrá más llanto ni dolor sino absoluta y perfecta felicidad. En tercer lugar, no habrá pecado. En los cielos reina de la santidad. No habrá engaño, ni mentira, ni habrá odio, ni envidia, no habrá codicia sino un corazón dispuesto a amar a Dios con todo el corazón y toda el alma. En cuatro lugar, allí veremos a los santos de Dios. Nuestras esposas y esposo creyentes los veremos allí, Nuestros hijos que han abrazo el evangelio allí estarán. Junto con todos los santos del pasado: allí veremos a Moisés, a David, Isaías, a Juan, a Pablo, a los reformadores, etc. Y disfrutaremos de su compañía y anos amaremos por toda la eternidad.

            Hermanos, podríamos seguir hablando sobre cómo la Biblia describe los cielos nuevos y la tierra nueva. Pero realmente no hay manera de describir toda la gloria y la felicidad que acompaña la misma. Pero Pablo dijo algo importante en 1 Corintios 2:9 “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.”

II. ¿Quiénes van al cielo?

            Al cielo no van todas las personas. No todos heredan la vida eterna. Pero quiénes la heredan. Jesús nos dice aquí en Mateo 25 que los que van al cielo son las ovejas. Son a las ovejas a quienes Jesús les dice: “Venid, Benditos de mi Padre, heredad el reino preparado desde la fundación del mundo”. ¿Quiénes son las ovejas? Jesús mismo las describe en los versículos 35-36, 40 “35  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” ¿Quiénes son ellos? Son los que aman a Cristo al amar a sus hermanos. “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Oh, hermanos, no podemos amar a Cristo si no amamos a nuestros hermanos. Por eso Jesús dice quiénes son esas ovejas. Las ovejas son las que me aman. ¿Y cómo sabemos que amamos a Cristo? Porque buscamos servirle. Él es nuestro Rey y nosotros sus súbditos. Y de El buscamos protección y fortaleza, salvación y vida eterna. Por El amamos a nuestros hermanos y buscamos servirles por amor a Cristo. Y no solo oramos por ellos sino les servimos: los visitamos cuando están enfermos, les damos comida cuando tienen hambre, cubrimos su desnudez, etc. En otras palabras, la fe salvadora se traduce en actos de amor por los hermanos. Por todo el mundo, pero especialmente por los hermanos.

            Las ovejas son aquellos que escuchan la voz del pastor y le siguen. Obediencia es una marca de ser ovejas de Cristo. Y sobre todo de una oveja que escucha la voz de Cristo que dice en Juan 15:12 “Que os améis unos a otros, como yo os he amado.”

            Ah, pero alguien me dirá entonces la salvación es por obras y no por gracia. No es así. Ellos demuestran su amor a Cristo desinteresadamente. Fíjate cómo preguntan: V.  37-3937 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?” En otras palabras, sirvieron a Cristo sin esperar nada de Él. No es por obras, sino por gracia. No es por lo que yo hago sino por lo que hizo Jesús en su vida, su muerte, su resurrección que los creyentes heredan el reino de los cielos.

            Hermanos, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha.

            Hermanos, hay un punto teológico que aclarar. Aunque la esencia de la fe salvadora lo es el confiar, el de descansar en Cristo para salvación y vida eterna, el amor a Cristo acompaña a esa fe salvadora. No somos justificados por una fe que ama sino por una fe que descansa en Cristo Jesús, pero al amor acompaña a la fe salvadora. Por eso Pablo puede decir en 1 Corintios 16:22 “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.

III. ¿Cómo podemos escapar del cielo?

            Hermanos, hemos hablado de las glorias del reino de los cielos. De ver a Dios, de la perfecta felicidad en los cielos, de la comunión de los santos, de ser reyes, de heredar el mundo, la vida eterna, de ser libres del pecado. Y aunque la salvación es absolutamente gratuita es una oferta gratuita a todos los que escuchan el evangelio, muchos no entran a los cielos.

            Entonces hay algunos que escapan del cielo, huyen de allí, no llegan allí. ¿Sabes cómo un puede escapar el cielo, errar con el blanco de dar en el cielo? Jesús nos dice por ser cabritas. ¿Quiénes son ellos? Son todos los que nacen en este mundo. Venimos a este mundo en un estado de pecado y miseria. Venimos a este mundo bajo condenación. Pecamos porque somos pecadores. Somos por naturaleza hijos de ira. Sin hacer nada vamos directo al precipicio del infierno.

            ¿Quiénes son las cabritas? Son todos los que no vienen a Cristo para tener vida. Son todos los que no se arrepienten de sus pecados ni creen en Cristo como su Señor y Salvador. Son todos aquellos que buscan salvarse por sus buenas obras, por su bondad, por su justicia. Son todos aquellos miembros de la iglesia que han recibido con gozo la palabra de verdad pero no han rendido su corazón a Cristo. Son todos aquellos que no tienen un corazón en los cielos y por ello decimos que sus pensamientos, sude afectos y deseos no están con Dios. Son aquellos que no aman la santidad. Ellos serán excluidos de los cielos. Apocalipsis 21:8 “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” ¿Quiénes son los cobardes? Los cobardes son aquellos que se apartan de la fe cuando viene la persecución.

Aplicaciones:

1. Medita en la vida futura. Pablo nos dice que el meditar en las glorias venideras es un alivio al sufrimiento presente. Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Dios tiene preparado un reino glorioso para ti. Un reino de libertad: del pecado, de toda aflicción, de la misma muerte. V. 21 “porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.” Dios enjugará todas tus lágrimas.

2. No pierdas el cielo por no venir a Cristo. Hay un lugar glorioso esperándote sin vienes a Cristo. Es un lugar glorioso que El ganó con su sangre. El mereció la vida eterna para ti si vienes a Él. Pero ven a Cristo en fe y arrepentimiento. Recíbele como tu Profeta, Sacerdote y Rey. Descansa no en tus obras sino en el poder de Cristo para salvarte. Es Dios quien te distingue no tú a ti mismo. Ven a Él y llegarás a los cielos.