En tu palabra me has hecho esperar

Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,
En la cual me has hecho esperar.
Ella es mi consuelo en mi aflicción,
Porque tu dicho me ha vivificado.

-Salmos 119:49-50 (RV1960)

Sofía, mi niña menor, constantemente me recuerda cómo debemos esperar en las promesas de Dios. Para ella, las palabras de mis promesas son mis actos futuros. Ella me ha visto una y otra vez cumplir mis promesas y otras veces titubear. Y me dice: “Papá, recuerda cumplir tu promesa”. Con esto me derrite el corazón recordando la dignidad comprometida en el acto y se ampara en la confianza de mi palabra antes prometida.

¿Cuánto dependemos de las promesas de Dios? Cuántas promesas rotas y esperanzas frustradas, pero las promesas y el carácter de Dios son nuestra ancla y nuestro motor.

Dos cosas que no se pueden mover
En esta porción, el Salmista comienza:

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo,
En la cual me has hecho esperar.”

Salmos 119:49-50 (RV1960)

Nuestra fragilidad y la sobreabundante gracia de Dios se muestra aquí. Nuestra fragilidad expuesta en un salmista que le recuerda a Dios (como si Dios estuviera falto de memoria) y la gracia sobreabundante de Dios en darnos promesas en las cuales descansar. En el libro de Hebreos, el autor nos declara cuál es el fundamento sobre el que descansan las promesas que Dios.

“Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.”

-Hebreos 6:17-18 (RV1960)

El contexto de aquí en el Nuevo Testamento es de cómo Dios fue fiel en preservar las promesas dadas a Abraham. Ahora, en Jesús no solamente se cumplen estas promesas del Antiguo Testamento, sino que también hay otras nuevas promesas en las cuáles podemos descansar.

Hay varios principios aquí.

1. Las promesas de Dios descansan en el carácter de Dios. Su dignidad esta en juego, y Él no puede mentir. En otras palabras, las promesas de Dios descansan en la gloria de Dios.

2. Su consejo y su juramento es inmutable (no cambia).

Las dos cosas inmutables (que no pueden cambiar) son su decreto y su juramento. Pero hay una tercera;

3.Dios nunca cambia (Mal. 3.6)

Es la realidad de que Dios es inmutable la que hace firme nuestra esperanza en las promesas de Dios. El autor de Hebreos continúa:

“La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre …”

-Hebreos 6:19-20a (RV1960)

Esta esperanza es “un ancla para el alma, firme y segura” en medio de las luchas porque se basa en el propósito inmutable del Dios inmutable: lograr nuestra salvación a través de Cristo.

Saber esperar
Los escritores, entonces, concuerdan en que la palabra dada por Dios en la revelación Bíblica es en la cual nosotros debemos esperar.

“Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.”
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Hebreos 6:13-15 (RV1960)

Estas promesas de Dios son consuelo en nuestra aflicción y nos vivifican, nos hacen nuevos, nos energizan. Nos confirman cuando estamos caídos. Nos esfuerzan cuando estamos cansados, pues sabemos que las promesas descansan en el carácter de Dios, y Dios no puede mentir.

Mi amado, que puedas hoy, mañana y siempre esperar en Dios con paciencia, que alcances todas las promesas para la vida y la salvación y le recuerdes a tu alma que tienes un Dios inmutable