Sermón: Mateo 10:34-39 Lo que cuesta seguir a Cristo

Mateo 10:34-39 “34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. 35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”

 

            Sabes qué, una de las cosas que a mí no me gusta es que no me hablen claro. A veces cuando uno habla con un vendedor sea de comida o cualquier otra cosa ellos se limitan a decir los esencial sin entrar en detalles para así asegurar una venta. Y luego cuando uno compra el producto y comienza a usarlo o a espulgarlo uno descubre que no es lo que uno esperaba. Cuando esto ocurre es inevitable que uno se frustre o se decepcione.

            En esto como en otras cosas Jesús es distinto a los vendedores que hemos ilustrado. Jesús hablaba claro. Tú sabías a ciencia cierta con quién hablabas y lo que El desea de nosotros.

            Lamentablemente algunos con deseos que ganar almas para Cristo ocultan el costo del discipulado. Ocultan lo que implica seguir a Cristo. ¿Con qué propósito? Para que nadie se engañe. Para que nadie diga: me han engañado, yo no sabía lo difícil que era ser cristiano. Yo no sabía lo que implicaba recibir a Cristo como mi Profeta, Sacerdote y Rey. Por eso Jesús les dice aquí en este pasaje a los apóstoles y a nosotros lo que implica y lo que cuesta ser cristianos. Sí, hay bendiciones. Sí, recibimos la vida eterna. Disfrutamos de tener a Dios como Padre y de su cuidado paternal. Sabemos que Dios ordena todas las cosas para nuestro bien porque amamos a Dios. Pero también incluye un costo de seguir a Cristo. Y de eso trata el pasaje de Mateo 10:34-39. ¿Cuál es el costo de seguir a Cristo? Nos va a costar: 1. La ruptura de lazos familiares. 2. Reorganizar los afectos familiares. 3. Perder la vida para hallarla.

¿Cuál es el costo de seguir a Cristo?

I. La ruptura de lazos familiares

            V. 34-36 “34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. 35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.”

            Hermanos amados, es increíble que Jesús diga esas palabras. ¿Sabes por qué? Porque desde el AT Dios había revelado que el Mesías sería un “Príncipe de paz, Isaías 9:6. Y dice más Isaías 9:7 “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite”. Además cuando los ángeles que anunciaron a los pastores que guardaban las vigilias de la noche recibieron la noticia en Lucas 2:14 “14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”. En cambio Jesús nos dice aquí: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”. ¿Cómo podemos entender esto?

            Lo que Jesús nos está enseñando es aunque el evangelio anuncia la paz y logra la reconciliación entre Dios y los hombres no siempre el mundo aceptará esa oferta de paz y reconciliación. Muchos rechazan el evangelio.

            Y Jesús dice más: y no te asombres si también tu propia familia te rechaza a ti. En otras palabras, el efecto que produce el evangelio por causa del pecado del ser humano es inevitablemente que muchos lazos familiares se rompan. No porque nosotros deseamos romperlos. No porque Dios desea romperlos. Si no porque aún nuestra propia familia muchos nos rechazarán por nosotros seguir a Cristo. Por eso Jesús nos dice que El no vino para traer paz solamente a la tierra, sino también mi evangelio es como una espada que divide incluso lo lazos más importantes en la familia. Al punto nos dice Jesús en el V. 36 “36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.” Y los enemigos del hombre, de cualquier hombre y mujer cristiana serán tristemente los de su casa.

            De esta triste realidad muchos cristianos pueden testificar. Algunos diciendo que desde que se hicieron cristianos sus padres no quieren saber de él. Piensan que les han lavado el cerebro. Y tal ve alguno de nosotros podemos testificar de cómo muchos en nuestra propia familia nos sacan el cuerpo. Y dicen: “bueno, podemos ir para tal sitio si no va fulano de tal”. Y algunos hacen actividades familiares sin notificarnos. E incluso he sabido de hermanos que han acusado a su hermano en el departamento de la familia por la manera en la cual educan y disciplinan en el temor del Señor a sus sobrinos.

            Así que Jesús nos dice: seguirme cuesta. Tú quieres ser mi discípulo, tú quieres el perdón de pecados en base a mi sacrificio, tú deseas ser limpio de tus pecados, y convertirte en hijo de Dios y disfrutar de todos los privilegios y de todas las libertades que ellos disfrutan. Entonces, entiende que ser mi discípulo te costará la pérdida de lazos familiares. Muchos de ellos se cortarán. ¿Estás dispuesto a soportarlo? No es que es algo que tú busques a hacer. Ningún cristiano debe buscar romper lazos familiares. Pero por seguir a Cristo fielmente, como debe ser, en obediencia a sus mandamientos, viviendo para Él, producirá tal ruptura de tu familia hacia ti.

            Pero eso no es todo. El costo de seguir a Cristo conlleva también, se segundo lugar, reorganizar los afectos familiares.

II. Reorganizar los afectos familiares

            V. 37 “37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;” Hermanos, nadie debe pensar que Dios no nos llama a amar a nuestros padres ni a nuestras madres ni a nuestros hijos o hijas. Es todo lo contrario. Es más la última profecía del AT y la primera profecía del NT hablan acerca de cómo la salvación que Cristo trae al mundo produce un cambio de corazón y reconciliación entre los padres y los hijos. Dice Malaquías 4:5-6 “5 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. 6 El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. La transformación que Jesús produce en nosotros por su Espíritu Santo es amor, respecto, fidelidad, dedicación y cuidado hacia nuestros padres, madres, hijos e hijas.

            Pero Jesús nos dice: a veces el amor a los padres, madres, hijos e hijas entrará en competencia con mi amor. Cuando esto suceda no te olvides que tu amor por ellos no puede ser mayor que tu amor por mí. Este es el primero y grande mandamiento. Dice Marcos 12:30-31 “30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. 31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”.

            ¿Sabes qué? Nosotros debemos amar a nuestros padres grandemente. Todos deben ser amados. Y muchos son verdaderamente dignos de amar. Nos han traído al mundo. Nos han cuidado. Nos han mimado. Han estado con nosotros en las buenas y en las malas. Se han desvivido por nosotros. ¿Cómo no debemos amarlos intensamente?

            Pero Dios Padre sobre pasa la grandeza, amor, bondad y cuidado que nuestros mejor padres terrenales pueden darnos. El nos cuidad 24/7. El ordena todas las cosas para nuestro bien. El no solo nos dio la vida sino que la sostiene cada segundo. Cada palpitar de nuestro corazón se la debemos a Dios. Y sobre todo aunque merecíamos la muerte eterna en el infierno, El envió a su Hijo unigénito para sufrir en pago por nuestros pecados. Para que todos y cada uno de ellos fueran perdonados gratuitamente.  Si grandes son algunos de nuestros padres más grande es el Padre que está en los cielos, Padre de nuestro Señor Jesucristo.

            Y Jesús nos dice algo más. El que ama a su padre, madre, hijo o hija más que a mí “no es digno de mí”. Lucas 14:26 lo pone más fuerte: “26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.” Y si no podemos ser discípulos de Cristo porque hemos puesto a nuestra familia en primer lugar antes que a Cristo, no seremos salvos.

            Así que hermano, seguir a Cristo cuesta. Nos costará a veces decirle a nuestros padres e hijos: lo lamento, hacer lo que me pide van en contra de lo que Jesús manda, va en contra de mi fe, de mi amor por Jesús, va en contra de mi compromiso de vivir y seguir a Jesús en las buenas y en las malas.

            Pero eso no es todo. ¿Cuál es el costo de seguir a Cristo? Nos costará el perder la vida para hallarla.


III. Perder la vida para hallarla

            V. 38-39 “38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”. ¿Qué significa tomar la cruz? Aunque todavía Jesús no había anunciado su muerte y los apóstoles ni se imaginaban que Jesús moriría crucificado. Para los discípulos era común relacionar el llevar la cruz con la muerte. La crucifixión en aquella época era común. Así que lo que Jesús desea que tengamos presente es que el que no esté dispuesto a seguirme incluso hasta la muerte, si se nos requiere, no es digno de mí. Y esto no solo para los ministros sino para todo cristiano.

            Y no solo eso. El versículo 39 tiene dos partes:

1. El que pierda la vida en martirio la hallará en la resurrección de los muertos. No por haberla merecido, lejos esté de nosotros ese pensamiento. Si no como promesa de Dios a los que sean llamados a sellar su fe con su sangre. Y…

2. El que pierda su vida al hacerla morir cada día al negarnos a nosotros mismos por seguir a Cristo también recibiremos la recompensa de la vida. Mateo 19:29 “29 Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.”

            Que podemos decir de todo esto. Lamentablemente hay muchos en las iglesias que creen que seguir a Cristo no debe costar nada. Y cuando se encuentran con la realidad se apartan del evangelio. O procuran buscar una iglesia en donde no les recuerden el costo.

            Pero hermanos amados en el Señor, la vida cristiana es la vida más hermosa que podemos tener en este mundo. Es la única que nos sostiene en tiempos de prueba y nos capacita para superar con una mente sana toda prueba. ¿Cómo así? Porque Como dice Hebreos 12:5b-6 “No te desampararé, ni te dejaré; 6 de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre”.

            Pero esas bendiciones y gracia de parte de Dios implican unas responsabilidades y conlleva un costo. Si no estás dispuesto a pagar el costo, tristemente y con dolor en el alma te digo: no eres digno de Jesús. Quiera Dios que cada uno de nosotros cuente el costo de seguir a Cristo y no vivamos engañados.