Sermón: Proverbios 2:1-5 Ejerciendo violencia con la Palabra de Dios

Mateo 11:12 “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.” Proverbios 2:1-5 “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, 2 Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, 3 Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; 4 Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, 5 Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.”

 

            ¡Estás pelao! Y mientras estás pensando en qué hacer para comprar las medicinas, pagar la renta o cualquier otra de nuestras muchas deudas, caminando por el patio descubres algo interesante. No puede ser: ¡es un diamante! Y cuando vas a recogerlo ves que está incrustado. Le haces un huyo alrededor. Estás cavando y descubres otra diamante mucho más pequeño. No es un diamante pulido ni está cortado. Es una piedra de diamante. Y te preguntas cómo es posible que haya una piedra de diamante aquí. Los diamantes se hayan en zonas volcánicas. Pero en ese momento recuerdas tu buen maestro de estudios sociales que te dijo que Puerto Rico fue producto de erupciones volcánicas. Así que es posible que en el patio de mi casa haya una mina de diamantes.

            ¿Qué vas a hacer? Yo sé lo que vas a hacer. No se lo vas a decir a nadie… todavía. A su tiempo. Mientras tanto vas a comprar una pala, un rastrillo, guantes y cualquier otra cosa que te ayude a cavar para ver si hay más diamantes en el patio de mi casa. Y como no tenías dinero al principio vas a vender algo tuyo para comprar los materiales o vas a pedir prestado dinero a alguien que no te va a preguntar para qué lo quieres. Ese día no vas para ningún sitio. Tienes un compromiso con tu patio. Allí está lo bueno. Allí está la acción.

            Hermanos, en aquello que es valioso todos nosotros ofrecemos violencia, nos esforzamos aunque esto implique fatiga, cansancio. Ponemos todo el empeño y toda la pasión, ponemos el corazón. Eso es lo que significa ofrecer violencia.

            Sobre todas las riquezas que podamos imaginar nada se compara con el reino de los cielos. Nada se compara con obtener nuestra salvación, poseer a Dios. Mateo nos dice quiénes son los que arrebatan el reino de los cielos, quienes son los que llegan allí: solo los violentos. O como lo traduce LBLA: “los violentos lo conquistan por la fuerza.”

            Como dijo Calvino dijo: “La verdadera fe no lleva a los hombre a dar un asentimiento frío e indiferente cuando Dios habla, sino que produce cálidos afectos hacia Él y corre como en una santa lucha”.

            Y en esa violencia santa al cual Dios nos llama no debemos olvidar que El no llama a ofrecer violencia en el estudio de la Palabra de Dios. Toda la Escritura nos llama a adquirir sabiduría, a ser llenos del conocimiento de la voluntad de Dios. Colosenses 3:16 “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”.  Proverbios 4:7 “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.” 2 Pedro 3:16 “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” Así que somos llamados a ser diligentes, esforzados, a ofrecer violencia en que la Palabra de Cristo more en abundancia en nosotros y ser violentos en crecer en el conocimiento del Señor Jesucristo. Ese es nuestro deber. Esa es nuestra responsabilidad.

            Pero ese deber no viene a menos que lo trabajemos, a menos que como a tesoro inigualable lo busquemos con afán santo. De eso trata el pasaje de Proverbios 2:1-5.  ¿Qué Dios nos quiere enseñar en este pasaje sobre la manera de estudiar la voluntad de Dios que se encuentra en la Biblia?

I. Hay que recibir y atesorar

            V. 1 “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti,”. Hermanos, la violencia santa en el estudio de la Palabra de Dios para adquirir sabiduría requiere en primer lugar que recibamos esas palabras. Cuando leemos la Palabra de Dios y cuando la oímos cuando se predica debemos acercarnos a ella con un corazón receptivo. Ella no es la palabra de los hombres, ella es la Palabra de Dios. Esa Palabra está por encima de nosotros y no nosotros por encima de esa Palabra.  Debemos pensar: esta Palabra es Dios hablándome a mí. Y yo debo creer esta Palabra y recibirla como la medicina que sana todos nuestros males. No pongamos freno. No endurezcamos nuestro corazón ante ella. Sé receptivo a esa Palabra.

            Pero además guarda esa palabra dentro de ti, en tu mente y en tu corazón. En otras palabras debemos memorizar esa Palabra. Pero memorizarla con entendimiento. Necesitas saber qué significa lo que has memorizado de lo contrario no te va a beneficiar. Memorízala en tu corazón. Has parte tuya esa Palabra. Esa es la voz de mi Dios y es mía. Por ella yo vivo y ella me transforma. Salmo 119:11 “En mi corazón he guardado tus dichos,
Para no pecar contra ti.”
He guardado esa Palabra, la he hecho mía con un propósito: qué ella me cambie, me transforme, me santifique y así me lleve a no pecar contra Dios.

            Ahora bien, lo interesante de la palabra guardar en el versículo 1 es la idea que conlleva en el original. La idea es de almacenar. Almacena esa palabra en tu mente y corazón. La idea es almacenar algo que no necesariamente vas a utilizar en el momento. Almacénala para que tengas algo en el futuro. No pienses de qué me sirve ahora esto que estoy estudiando y memorizando. Estás almacenando comida para el futuro, riquezas para el futuro.

II. Hay que estar atentos y responsivos

            V. 2 “Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia,”. Hermanos, no puede haber aprendizaje si no estamos atentos a lo que se nos enseña y a lo que estudiamos. En otras palabras, al estudiar la palabra de Dios sea a leerla o escucharla predicada debemos estar concentrados en lo que hacemos. Si nuestra mente está distraída jamás aprenderemos. Aprender requiere concentración. Y concentración requiere esfuerzo, lucha. Por eso dice el versículo: “Haciendo estar atento tu oído”. tenemos que esforzarnos en atender y buscar hacer algo que nos ayude en la concentración. Por ejemplo: algunos toman notas del sermón y del estudio. Y esto les ayuda a la concentración.

            Pero también hay que estar responsivos a la enseñanza. No pongas freno a lo que se te enseña o aprendes en tu estudio de la Palabra. Hermanos, la Palabra de Dios es comparada a una espada de dos filos, por donde quiera que la toques te va a cortar. Pero eso es bueno. Ya que su corte es para desangrar el pecado para ser curado por la gracia de Jesucristo. Es el alcohol que desinfecta las heridas que infringe el pecado. Y cuando aplicamos ese alcohol a la herida arde, pero desinfecta. Sé responsivo a la Palabra para ser sanados.

III. Hay que depender de Dios

            V. 3 “Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz;”. Hay que clamar por la inteligencia. Hay que pedirle a Dios: ayúdame a entender tu Palabra. Ayúdame a creer tu Palabra. Ponme nuevos lentes para poder ver con claridad lo que Tú oh Dios deseas de mí.  Di como dijo el salmista en el Salmo 119: 18 “Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley.”

            Hay algo interesante en este versículo. La idea es no solo orar o pedir sino clamar, rogar. Y esto implica que hemos intentado entender y no hemos podido entender. ¿Qué debemos hacer entonces? Clamar, rogar: Señor ayúdame, socórreme, quiero entender. No entiendo ayúdame a entender. Conlleva la idea de no desmayar cuando no entendemos sino de suplicar pidiendo entendimiento.

IV. Hay que estudiar con santo afán

            V. 4 “Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros,”. Hay que buscarla como cuando buscamos la plata. Ella no se encuentra a simple vista. Hay que cavar en busca de ese tesoro. Hay que ser diligentes, ofreciendo violencia en el estudio de la palabra de Dios. Esta no viene sino por medio de gran esfuerzo y dedicación.

            Entonces, lee todos los día la Biblia. Memoriza versículos bíblicos. Ven a todos los estudios de la palabra para que así aprendas a cómo se interpreta. Estudia el catecismo de la iglesia. El te dará un conocimiento doctrinal que te ayudará a entender la Biblia. Ora mucho a Dios. Evita toda distracción. Compra libros que te ayuden a entender la Biblia. Comparte lo que has aprendido. Pregunta si tienes dudas. No seas sabio en tu propia opinión. Y como resultado.

V. Conocerás a Dios

            V. 5 “Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.” El fin de todo esto es conocer a Dios. Conocer a Dios depende del conocimiento de El en su Palabra. Sin la Palabra de Dios no hay conocimiento de Dios. Pero cuando estudiamos con santa violencia su Palabra con un corazón receptivo entonces no solamente conoceremos acerca de Dios sino conoceremos a Dios. Y esto es salvación. Juan 17:3 “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.”

            ¿Cómo sabemos si estamos aprendiendo? Cuando “entendemos el temor de Jehová”. Cuando nuestra vida se aparta de todo mal y se consagra totalmente a Dios. Cuando vemos progreso en la santidad entonces hemos entendido el temor de Jehová. Job 28:28 “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia”.

            ¿Cómo estudiarás la Palabra de Dios? Con santa violencia, recibiéndola y almacenándola, siendo atentos y responsivos, en dependencia de Dios, con un santo afán, buscarla como buscamos tesoros. Entonces conocerás a Dios.