Sermón: Los Atributos de Dios: la eternidad de Dios (3 de 10)

Salmo 90:1-17 “1. Señor, tú nos has sido refugio De generación en generación.  2. Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. 3. Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres. 4. Porque mil años delante de tus ojos Son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche. 5. Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño, Como la hierba que crece en la mañana. 6. En la mañana florece y crece; A la tarde es cortada, y se seca. 7. Porque con tu furor somos consumidos, Y con tu ira somos turbados. 8. Pusiste nuestras maldades delante de ti, Nuestros yerros a la luz de tu rostro. 9. Porque todos nuestros días declinan a causa de tu ira; Acabamos nuestros años como un pensamiento. 10. Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos. 11. ¿Quién conoce el poder de tu ira, Y tu indignación según que debes ser temido? 12. Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría. 13. Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos. 14. De mañana sácianos de tu misericordia, Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. 15. Alégranos conforme a los días que nos afligiste, Y los años en que vimos el mal. 16. Aparezca en tus siervos tu obra, Y tu gloria sobre sus hijos. 17. Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; Sí, la obra de nuestras manos confirma.”

 

            Enseñarles a los niños es una cosa maravillosa para hacer. Es una de las cosas más difíciles también. Nos retan para que tratemos de buscar la forma más sencilla y clara de enseñanza. Y la sabiduría que muchas veces revelan es algo que penetra el corazón. Sus preguntas a veces son preguntas que nosotros mismos no nos hemos hecho. Tal vez ni siquiera habíamos considerado lo que los niños consideran. Y si somos honestos a veces sus preguntas revelan que nosotros hemos aceptados las cosas porque se nos han dicho que ellas son así, aunque no las hayamos analizado mucho.

            Una de las doctrinas más difícil de explicar, a parte de la doctrina de la Trinidad, es la doctrina de la eternidad de Dios. Dios es eterno. Suena tan fácil, suena tan sencillo que a veces creemos que comprendemos lo que estamos diciendo. Y cuando le explicamos a nuestros los niños sobre la eternidad de Dios nos damos cuentas que es un tema difícil.

            ¿Qué significa que Dios es eterno? ¿En qué consiste la doctrina bíblica de la eternidad de Dios? ¿Qué valor práctico tiene esta doctrina? De eso vamos a hablar en el día de hoy.

I. ¿Qué significa que Dios es eterno?

            El salmo 90 es el salmo clásico para tratar acerca de la doctrina bíblica de la eternidad. Fue escrito por Moisés, según nos dice el subtítulo del salmo. Esto significa que es el salmo más antiguo del salterio. E implica que fue escrito para los años de 1446-1406 A.C. escrito durante el tiempo de la peregrinación del pueblo de Israel, posiblemente, después del reporte negativo de los 12 espías.

            Moisés escribe como uno que ha tenido que ver la muerte de la generación del pueblo de Dios. Hoy estaban con él, pero mañana no. La muerte perseguía a Moisés durante esos 40 años en el desierto. Y en medio de esa calamidad y esa desestabilidad de la vida Moisés eleva una oración a Dios. Eso es lo que es este salmo, una oración a Dios sobre la eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre. Y nos dice en esa oración que Dios es eterno. V. 2 “Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.” Fíjate la manera tan concreta en la cual la cultura oriental define las cosas. Moisés describe la eternidad de Dios es relación a la doctrina de la creación. Antes que los montes y la tierra fuera creada ya tú, oh Dios existías. Desde el siglo pasado y hasta el siglo futuro, tú eres y tú permaneces Dios.

            Filosóficamente lo podemos decir así: si algo existe ahora, algo ha existido por toda la eternidad. Si algo existe ahora es porque antes ha existido algo. Porque si no hubiera existido algo antes nada existiría. ¿Por qué? Porque de la nada nada sale. Por tanto, si algo existe ahora, algo o alguien ha existido desde la eternidad pasada. Es inevitable entonces, que algo o alguien estable, firme, auto-definido y que exista por sí mismo debe ser. Y por tanto que sea necesariamente la primera causa de todas las cosas.  Moisés nos dice que ese alguien lo es Dios.

            ¿Qué significa que Dios es eterno? Significa:

            1. Dios nunca ha tenido un comienzo. Dios siempre ha sido. Todos nosotros venimos de alguien. Hubo un momento en el mundo en el cual ni tú ni yo existíamos. Pero no es así con Dios. Él siempre ha sido porque Él es auto-existente. El existe necesariamente. Él es un ser necesario, pero nosotros no lo somos. Salmo 93:2 “Tú eres eternamente.”

            2. Dios nunca tendrá fin. Dios vive para siempre. Dios es inmortal. Salmo 105:25-27 “Desde el principio tú fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permanecerás; Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido los mudarás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no se acabarán”.

            Moisés nos dice qué consuelo es el hecho de que Dios es eterno. ¿Meditas en la eternidad de Dios? Eso es lo que llevó a Moisés a esta oración. Fue la eternidad de Dios lo que le dio consuelo. ¿Por qué?

II. La eternidad de Dios nos enseña a estar seguros

            El mundo es inestable. Las cosas del mundo cambian. El hombre cambia. Hoy están con nosotros y a nuestro favor, pero maña tal vez no. Pero Dios es eterno. Y su favor con nosotros es para siempre. V. 1 “Señor, tú nos has sido refugio
De generación en generación.”
La palabra aquí para Señor es en hebreo Adonai y esta significa Señor, Dueño y Amo. Él no es una deidad débil y frágil. El posee toda autoridad y señorío.

            Dios es para nosotros, nos dice Moisés, nuestro refugio. O en otras versiones que recogen mejor el original hebreo: Dios es nuestro lugar de morada, nuestra casa, nuestro hogar. En el hogar en donde yo encuentro paz, tranquilidad, sosiego, reposo y protección. Todas estas ideas están asociadas con la idea de morada.  Eso es lo que Dios es para nosotros. En otras palabras, no debemos tener temor si estamos solos, si las tormentas azotan nuestra vida, si hay la posibilidad de que enfermedades catastróficas vengan a nuestra vida, Dios es nuestro lugar de refugio. En Él y solo en El no encuentro tal seguridad que nada ni nadie me puede dar. No tengamos temor de nada Dios es nuestro refugio perpetuo porque Él es eterno. Y es a El dónde siempre podremos recurrir. Salmo 71:3 “Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, Porque tú eres mi roca y mi fortaleza.” Salmo 91:9-10 “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación, 10 No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada”. En otras palabras, nada puede realmente dañar a los hijos de Dios. Podrán tocar nuestros cuerpos, pero jamás tocar nuestra alma.

            No solo eso, la eternidad de Dios nos enseña que Dios ha sido nuestro hogar “De generación en generación”, es decir, por toda la historia de nuestra vida. Dios ha sido nuestro refugio desde antes de nosotros haber nacido. Más aun desde la misma eternidad. Desde antes de nuestra conversión Dios ha cuidado a sus elegidos. Y Dios ordenó todas las cosas en nuestra vida y nos llamó en el día que Él ha planificado. Y nos sigue cuidando de tal manera que ninguno de los elegidos se perderá, sino que llegará a la gloria eterna.

III. La eternidad de Dios nos enseña lo breve y frágil que es la vida

            La eternidad de Dios nos enseña que nuestra vida aquí en la tierra es breve. La vida de Dios es eterna, pero nuestra vida aquí es corta. Nuestro tiempo de vida es limitado. Nuestros días son pocos y están todos contados. Nuestra vida es como el polvo. V. 3 “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres.” LBLA nos da una mejor traducción V. 3 “Haces que el hombre vuelva a ser polvo, y dices: Volved, hijos de los hombres.”  

            La eternidad de Dios pone en justa perspectiva la brevedad de la vida. Cuando comparado con Dios la vida humana es nada, unas pocas horas. V. 4 “Porque mil años delante de tus ojos Son como el día de ayer, que pasó, Y como una de las vigilias de la noche.” Las vigilias de la noche eran de 4 horas. Un milenio para Dios es como 4 horas del tiempo del ser humano. Las vigilias duraban 4 horas. Somos como una hierba que hoy es mañana no está. V. 5-6 “Como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; A la tarde es cortada, y se seca.” Así de corta y frágil es nuestra vida.

            Pero, aunque la vida aquí es corta, la vida después de la muerte es eterna. Hay algunos que despertarán a vida eterna, al gozo del Señor, al disfrute de Dios y la vida abundante porque han puesto su fe en Jesucristo. Han hecho de Cristo su refugio eterno. Pero hay otros que despertarán a la muerte eterna. Y esto nos dice Moisés os debe dar temor.

IV. La eternidad de Dios nos enseña a temer su ira

            ¿Por qué la eternidad nos enseña a temer su ira? Porque su ira es eterna. Su ira es justa. V. 7-8 “Porque con tu furor somos consumidos, Y con tu ira somos turbados. Pusiste nuestras maldades delante de ti, Nuestros yerros a la luz de tu rostro”. Dios es justo cuando castiga. Y su ira es fuerte. Toda la generación que salió con Moisés de Egipto, murió en el desierto, excepto Josué y Caleb. Inclusive Moisés y Aarón no entraron a la Tierra Prometida por causa de su pecado.

            Por eso Moisés nos enseña que la ira de Dios es algo incomprensible. No lo podemos entender plenamente. V. 11 “¿Quién conoce el poder de tu ira, Y tu indignación según que debes ser temido?” La respuesta es nadie. Nadie conoce el poder de la ira de Dios. Solo los que están en el infierno conocen algo de la ira de Dios. Pero nadie conoce a cabalidad el poder de su ira. Y porque Dios es eterno su ira es eterna. No habrá un momento de descanso en el infierno. No habrá la más mínima mitigación de su ira allí. Lázaro fue recibido en el seno de Abraham y allí fue consolado, pero el rico ni siquiera recibirá una gota de agua que calme el ardor de su sed, en otras palabras, no habrá la más mínima misericordia en el infierno para los pecadores.

            Pero Jesús es nuestro refugio de la ira de Dios. En la Cruz Jesús recibió la descarga de la ira de Dios por los pecados. El murió en lugar de los pecadores. Y todos los que ponen su fe en El como su Señor y Salvador son librados de la ira de Dios.

            La eternidad de Dios nos debe llevar, entonces, a temer su ira.

            Pero también la eternidad de Dios nos lleva a postrarnos delante de Él.

V. La eternidad de Dios nos enseña a orar

            A orar por sabiduría para entender sobre la brevedad de la vida. V. 12 “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.” La tendencia de los seres humanos es a actuar como si nunca fuéramos a morir. Como si el tiempo es algo barato y podemos desperdiciarlo como si nada. Pero Moisés nos enseña a que debemos contar nuestros días, discernir lo breve que es. Ver la vida con la seriedad que debemos verla.

            Solo tenemos 168 horas a la semana, 52 semanas al año y como una regla general entre 70 a 80 años de vida. Y en ese tiempo debemos hacer lo que realmente es importante. Por eso debemos orar por sabiduría para hacer lo que verdaderamente cuenta. No tenemos tiempos para perder sino para redimir.

 

            Debemos orar también para que Dios balancee nuestras aflicciones con su bendición. V. 13-15 “13. Vuélvete, oh Jehová; ¿hasta cuándo? Y aplácate para con tus siervos. 14. De mañana sácianos de tu misericordia, Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. 15. Alégranos conforme a los días que nos afligiste, Y los años en que vimos el mal.” En otras palabras, orémosle a Dios que en su misericordia nos envíe bendiciones y alegría a nuestras vidas. Cuando entendemos lo corto que es nuestra vida entonces apreciaremos el beneficio de una vida tranquila y quieta, vivida en santidad y piedad. Entonces apreciamos a disfrutar de las bendiciones de Dios y a evitar todo revolú innecesario. Entonces nos damos cuenta que la vida es muy corta para pelear por tonterías. Dejar de hacer de cosas pequeñas una montaña.

            Y, por último, debemos orar que Dios bendiga a nuestros hijos y perpetúe nuestra obra. V. 16-17 “16. Aparezca en tus siervos tu obra, Y tu gloria sobre sus hijos. 17. Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, Y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; Sí, la obra de nuestras manos confirma.” Cuando partimos de este mundo nosotros no tenemos control de lo que dejamos ahí. Podemos dejar un testamento para que se disponga nuestra última voluntad. Pero en última instancia nosotros no tenemos control de lo que sucede después. Y es nuestro anhelo que nuestros planes permanezcan. Que los nuestros estén bien. Que nuestros hijos sigan por el buen camino. Que la obra de la iglesia siga adelante. Pero, aunque ese es nuestro anhelo, nada de lo que hagamos lo podrá garantizar. Solo Dios puede perpetuar su bendición sobre nuestros hijos porque Dios es eterno.

            Por eso Moisés ora a Dios que El confirme, establezca y preserve a nuestros hijos. Oh Dios, preserva a nuestros hijos en tus caminos. Que sigan el camino recto que les hemos enseñados. Que sean hombres y mujeres de bien. Que sean hombres y mujeres trabajadores. Que se conviertan en los líderes de la iglesia. Que luchen por la verdad del evangelio. Que perseveren en el camino que lleva a la vida eterna. Que Jesús sea para ellos un refugio eterno. Solo Dios puede garantizar esto, porque Él es eterno.

Aplicaciones:

1. La eternidad de Dios nos enseña que Dios interviene en el tiempo. Y que Él tiene un tiempo señalado para todo. Eclesiastés 3:1 “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Por tanto, aprendamos a esperar pacientemente el tiempo del Señor. Salmo 40:1-4 “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,”.

2. Este es el tiempo de salvación y no hay otro más. Este es el tiempo que cuenta para la vida eterna o la muerte eterna. Lo que hagas ahora cuenta para siempre. ¿Es Cristo Jesús tu único refugio? ¿Es Cristo Jesús en quién te escudas de la ira de Dios sobre el pecado? Así como creer en Él es vida eterna, el rechazarle es muerte eterna. Solo hay dos caminos: vida eterna y muerte eterna. Ven a Jesús.

3. Jesús es refugio eterno a todos lo que en El confían. No temamos el mañana. No temamos la soledad. No temamos las enfermedades. No temamos las tormentas de problemas. Dios ha sido nuestro refugio de generación en generación. Él siempre ha estado con nosotros aun sin ni siquiera nosotros saberlo.  Por tanto, búscalo. Él es tu paz, tu seguridad, tu protección, tu descanso para siempre, porque Él es eterno.