Sermón: Filipenses 4:11-13 Contentamiento en Tiempos de Adversidad

Filipenses 4:11-13 “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

 

            El domingo pasado estuvimos estudiando el deber de estar contentos en cualquiera que sean nuestras circunstancias. Vimos que este deber se dirige a dos períodos distintos: el estar contentos en tiempos de abundancia y el de estar contentos en tiempos de escasez.

            Explicamos también que el contentamiento es la armonía de nuestros deseos con la voluntad de Dios. Es Dios quien marca nuestro destino y en muchas ocasiones lo que Dios ha decretado es un tiempo de aflicción para nosotros. En otras, un tiempo de abundancia. En ambas circunstancias es nuestro deber el estar contentos. Sabemos que es mucho más “fácil” el estar contento en tiempos de abundancia en comparación con el tiempo de aflicción. Pero vimos que aún en tiempos de abundancia podríamos estar inconformes o descontentos, siempre deseando más y más.  Dijimos que para bregar con ello, en tiempo de abundancia, es necesario tomar en cuenta varias cosas:

            1. Evitar el poner nuestra felicidad en los bienes materiales. Lucas 12:15 “…la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”

            2. Usar los bienes que se nos da para ayudar a los demás. 2 Corintios 8:14 “sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos…”

            3. El estar preparados, por si acaso Dios nos llama a abandonarlos.

            Hoy nos toca exponer sobre el deber de estar contentos en el tiempo de la adversidad o la escasez. Y decimos que “Debemos aprender de Cristo a estar contentos, satisfechos, en medio de la adversidad y de la escasez”. Fíjate como lo dice Pablo, V. 12 “Sé vivir humildemente… en todo y por todo estoy enseñado, así para… tener hambre, … como para padecer necesidad”.  

            Hermanos, el estar contentos, satisfechos, en tiempos de adversidad es algo que tenemos que aprender. Y esto no es algo que se aprende meramente en los libros. Pablo aprendió por experiencia propia lo que es el estar contento en medio de la adversidad. Él podía estar en paz con Dios, en paz consigo mismo y con los demás en medio de la aflicción. A tal punto que él podía decir lo siguiente en 2 Corintios 4:7-10 “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.”

            Ahora bien, ¿cómo yo hago esto? ¿Cómo yo puedo estar contento en medio de la adversidad y la escasez?

            1. Considera la fuente de nuestra fortaleza, la cual es Jesús. Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Hermanos, esto es medular. Fue Jesús quien dijo en Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos [RV 2015: Yo soy la vid, y vosotros las ramas]; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” La fortaleza que necesitamos proviene de Jesús. ¿Cómo? En primer lugar, por el estar unidos a él con una fe viva y salvífica. Todo genuino creyente está unido a Jesús por medio de la fe. Y en virtud de esa unión recibimos todas las gracias que se hallan en Jesús en plenitud. Sin Jesús, la gracia del contentamiento jamás será nuestra. En segundo lugar, por medio del ejercicio de la fe, por medio de poner la fe en acción, nos alimentamos de la savia espiritual para crecimiento. Hermanos, hay que confiar en Dios de veras. Hay que poner la fe en acción. Hay que descansar en El plenamente. Para ello necesitamos ser como niños quienes confían en el poder muscular de sus padres y en su amor. De igual manera debemos confiar en el poder omnipotente de Dios y en su amor.  Como le dijo uno de los nietos a Grace: “abuela, por qué estas preocupada por abuelo si ya tú oraste a Dios por él”.

            2. Medita en lo que has traído al mundo y lo que te llevarás de él. Nada trajimos al mundo cuando nacimos y nada nos llevaremos del mundo cuando muramos. El meditar en esto llevó a Pablo al contentamiento. Busquemos 1 Timoteo 6:7-8 “porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” Lo mismo dijo Job en Job 1:21 “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá.” Hermanos, estemos contentos con tener lo necesario para la vida. Lo necesario para la vida no es comer en restaurantes, ir al cine, entre otros lujos. Hay que recordar que hay muchas necesidades creadas. “Hace poco me pidieron en la calle un peso. Y no tenía cambio y le dije: no tengo cambio, pero si me dices para qué es a lo mejor te puedo ayudar. Me dijo que era para comprar cigarrillos. Yo le digo: para vicios yo no tengo dinero”.

            3. Aprendamos a estar contentos con lo que tenemos, sin olvidar sus promesas. Hebreos 13:5-6 “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6 de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre.” El contentamiento es con cosas presentes no con cosas futuras, las cuales son inciertas. Pero hay algo cierto: Dios jamás desampara a sus hijos. Él es nuestro ayudador. Y esta promesa contiene en sí misma todo favor y bendición de Dios para con nosotros. Dios ha prometido que a los que le temen no carecerán de ninguna cosa (Salmo 34:10); que Dios suplirá todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19); que su gracia es suficiente para nosotros (2 Corintios 12:9); que la piedad tiene promesa en esta vida y en la venidera (1 Timoteo 4:8); y que gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento (1 Timoteo 6:6).

            4. Recuerda nuestra herencia en la gloria. Cuando miramos nuestras aflicciones no te olvides que éstas son poca cosa en comparación con la herencia en los cielos. Hebreos 11:24-26 “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25 escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 26 teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.” Y Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”

            5. Recuerda que el capitán de nuestra embarcación es Dios. Hermanos, el mundo es de nuestro Dios y El dirige cada minúscula parte del mismo. Tenemos que creer que todo está bajo el control absoluto y soberano de Dios. “Cuando regresamos a casa el domingo los cuatro en el carro se duermen. Duermen tranquilos porque papi está conduciendo. Aunque saben que a veces yo lucho contra el sueño.” Así debemos vivir: debemos dormir seguros que el carro de la vida es conducido por Dios, quien no se duerme, quien es un excelente conductor, que no se distrae y nada es imprevisto para Él. “Cuando falleció mi hermana yo le dije a mi madre que yo me iba a encargar de todo. Y cuando alguien hablaba con mi madre ella lo refería a mí. Si iban a cobrar, venían a mí”. Así debe ser nuestra confianza con Dios. Todo está en sus manos. El da cuenta por sus hijos, El saca la cara por ellos, El responde por ellos.

            Hermanos, Dios nos llama a “Aprender de Cristo a estar contentos, satisfechos, en medio de la adversidad y de la escasez”. ¿Cómo yo hago esto? (1) Buscando la fuente de nuestra fortaleza en Jesús (2) Recordando que nada trajimos al mundo y nada nos llevaremos (3) Aprendiendo a estar contento con lo que tenemos ahora sin olvidar sus promesas (4) Meditando en la herencia en gloria que nos espera y (5) Recuerda que Dios conduce el carro de nuestra vida. Él tiene el control. El responde por sus hijos. Confía en Dios y sé fiel.