Sermón: Salmo 73:25-28 Disfrutando a Dios

 

Texto: Sal. 73:25-28 “¿A Quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras”.

 

            Continuamos nuestra serie de sermones sobre el Catecismo Menor de Fe de Westminster, el cual, junto con el Catecismo Mayor y la Confesión de fe de Westminster, constituyen la base doctrinal de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa y de esta iglesia local.

            En el sermón anterior comenzamos a estudiar la primera pregunta y respuesta del Catecismo Menor que dice: ¿Cuál es el fin principal del hombre? El fin principal del hombre [el propósito de su vida] es el de glorificar a Dios y gozar [o disfrutar] de El para siempre.

            Dios nos ha creado, a todos nosotros, con un propósito. Ese propósito lo es el de glorificarle, el de exaltar su nombre, el de reverenciar su ser. Todo lo que hacemos, aun las cosas que nos parecen de poca importancia, como el comer, el beber, el hacer la compra, el trabajar, el conducir nuestros carros, etc., deben ser hechas para que Dios sea glorificado. Es por eso que deben ser hechas en santidad. Deben ser en conformidad a la Palabra de Dios y por amor a Dios. ¿Por qué yo debo obedecer las leyes de tránsito? Porque Dios me dice en Romanos 13:1 “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.”   O, ¿por qué yo debo pagar mis impuestos? Porque Dios me dice en Romanos 13:7 “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.” O, ¿por qué yo debo cumplir con lo prometido? Porque Dios me dice por medio de Jesús en Mateo 5:37 “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.” O, ¿por qué yo no debo sacar un chivo o una droguita en los exámenes? Porque Dios me dice en Éxodos 20:16 “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.” Todo lo que hacemos debemos hacerlo por amor a Él, en agradecimiento por su salvación y en obediencia a su Palabra sacrosanta.

            Pero la respuesta que nos da el catecismo da la apariencia de que hablamos de dos fines principales en vez de uno. Nos dice que el fin principal del hombre lo es el de glorificar a Dios y gozar o disfrutar de El para siempre. Gloricar y disfrutar de Dios. Ahora bien, para poder entender esto debemos ver que el catecismo no nos quiere enseñar que hay dos fines principales, sino que hay dos aspectos de un solo fin principal. Es decir, la primera parte nos habla acerca de nuestro deber principal, el cual es el de glorificar a Dios. La segunda parte nos habla acerca de nuestra principal felicidad, la cual es el disfrutar o gozar de Dios para siempre.

            Hemos sido creados no solo para glorificar a Dios sino también para disfrutar de Dios. Pero, ¿Por qué los teólogos de Westminster han unido el glorificar a Dios con el de disfrutar de Dios para siempre? La respuesta es bien sencilla: porque no podemos glorificar a Dios sin a la vez disfrutar de El. Servir a Dios es un deleite. Los que sirven a Dios se deleitan al hacerlo. Los mandamientos de Dios no son gravosos, no son una carga. Dios bendice cada trabajo en el Señor con deleite, disfrute y alegría. ¡Qué rico es servir a Dios! ¡Qué tremendo es servir a mis hermanos! ¡Qué paz trae a mi alma el obedecer a Dios! Hay muchos hermanos que viven vidas miserables porque no han vivido en obediencia a la Palabra de Dios. Y cuando eso sucede jamás hallarán paz en sus vidas.

            Pero, ¿Por qué mencionamos el glorificar a Dios en primer lugar y después el disfrutar de Dios? Porque la gloria de Dios es de más valor que nuestra felicidad. (John Brown of Haddington). Dios es más importante que nosotros. Su honor es más importante que nuestro honor. Acaso no lo dice así un dicho popular: primero Dios y después sus santos. Isaías 40:17 “Como nada son todas las naciones delante de El; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es”. En comparación con Dios nosotros somos como nada, como si no existiéramos. En comparación con Dios somos como lo que no existe.

            Pero, ¿Qué significa disfrutar o gozar de Dios para siempre? Veamos el pasaje de base.

            Este salmo 73 inicia la tercera división del libro de los salmos. Esta tercera división alcanza desde el salmo 73 hasta el salmo 89. Lo interesante de este salmo es el hecho de que el salmista inicia este salmo acertando la bondad de Dios para con su pueblo: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel”. Y señala a quienes Dios derrama de esta su bondad: “Dios es bueno… para con los limpios de corazón”. ¿Quiénes son esos? Son los que con sinceridad se consagran Dios y viven para su gloria. Hermano no debes olvidarte de esto: Dios es bueno para su pueblo. Todo lo que Dios hace es para nuestro bien. Cada lágrima que derramamos en dolor es para nuestro bien. Aun la disciplina del Señor es buena. Dice Hebreos 12:10 “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.” Dios es bueno para con su pueblo, el cual amó antes de la fundación del mundo.

            Pero el salmista de momento se confunde. Si Dios es bueno con su pueblo, para con los de limpio corazón, cómo es posible que los impíos prosperen. Y el salmista comienza a luchar acerca de este problema: Dios es bueno y los impíos prosperan. Y nos dice que hasta comenzó a envidiarlos. Porque aparentemente no tienen congojas ni tristezas por su muerte, su vigor está entero, es decir, no les duele una uña. Estos no pasan trabajo como nosotros, ni tienen tantos problemas como nosotros. Como es posible que yo que te sirvo con sinceridad esté “chavao” y los que te aborrecen, los que no te sirven están en las papas. Viven mejor que yo. Esta lucha fue tan grande que el salmista hasta pensó en cambiarse de bando Salmo 73:2-3 “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos”.

            Pero el salmista aprende teología en la iglesia. V.17 “Hasta que entrando en el santuario de Dios, Comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer”. Es decir, todas las cosas buenas que los malvados reciben de Dios, les será de mayor condenación. El fin de los impíos, de los malvados, de los que no creen en Cristo salvadoramente, será destrucción en el infierno. Cada bien que reciben de Dios calentará el horno del infierno un grado más. Sus sufrimientos serán cada vez más horribles.

            Luego de toda esta lucha el salmista llega a la conclusión que nuestra mayor felicidad lo es el tener a Dios. No hay nadie a quien él ame más en los cielos que a Dios. No hay nada que le dé mayor satisfacción que Dios. No hay nada en la tierra: ni riquezas, ni títulos, ni honores, ni posesiones, ni carros, ni casas, ni esposas, ni hijos, ni nada que le dé mayor felicidad que tener a Dios mismo como su Dios y el ser hijo de Dios. Dios es su mayor felicidad. Así como Dios es nuestro supremo bien, de igual modo Dios es nuestra suprema felicidad.

            Para el creyente no hay nada que le dé mayor gozo y satisfacción que las cosas de Dios.

I. ¿Qué es gozar de Dios?

            El gozar de Dios es el recibir a Dios, el vivir en Dios y en regocijarnos en Dios como nuestra porción. (John Brown of Haddington).

            Fíjate como lo describe el salmista: “¿A Quién tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.”

            Para Asaf, el salmista, solo Dios es su esperanza para la vida eterna: “¿A quién tengo en los cielos sino a ti?”. No hay dios que me espere en la vida eterna excepto tú, oh Jehová. Tú eres mi esperanza cuando parta de este mundo. Solo Tú eres quien cuida mi vida, quien dirige mis pasos, quien camina conmigo. Mi protector y mi defensor lo eres Tú.

            Su pasión no se limita a su esperanza en los cielos, sino que Asaf encuentra satisfacción aquí en la tierra solamente en Dios. ¿Qué quiere decir? Lo que quiere decir que, aunque hay muchas cosas en esta vida que nos llenan de alegría ninguna de ellas se compara con la felicidad que encontramos en Dios. Ninguna de ellas puede satisfacer permanentemente ni tan intensamente como Dios.  Por ejemplo, Podemos disfrutar del amor de un hijo, pero ese disfrute, aunque sea hermoso y nos llene de alegría jamás se compara con el disfrute de Dios. ¿Por qué? Porque ellos son criaturas finitas y pecadoras. Se enferman y nosotros nos sentimos morir. Les enseñamos a ser hombres y mujeres de bien y muchas veces no hacen lo que les decimos. Y como en mi caso en quinto grado le bota los zapatos del conserje cuando éste limpiaba un salón de clases, trayendo vergüenza a sus padres. O nos faltan el respeto, o parte de nosotros antes de tiempo. Pero el disfrute de Dios es permanente e intenso. Dios nunca falla, El jamás nos avergüenza, y nunca parte de nosotros. En Cristo encontramos el hijo perfecto, el esposo perfecto, la perfecta compañía, el hermano perfecto. Él es como dice Isaías 9:6 “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

            Solo Dios es la única persona capaz de llenar nuestras almas como nadie más. Sin Dios todas las cosas que poseemos son nada y pura vanidad. Todas las cosas que poseemos son perecederas, se rompen, se pierden, se las roban. Pero el tener a Dios y estar en comunión con Dios es vida. Dice el Salmo 16:11 “En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre”. Fíjate que dice “hay” y no meramente que habrá. Dios provee un gozo presente, ahora para sus hijos. Y ese gozo descansa en vivir en comunión con Dios. Es un gozo y delicia que dura por siempre, en cambio todo lo demás perece con el tiempo. Nuestra alma es diseñada para hallar satisfacción plena en Dios y en El solamente.

II. ¿En qué consiste la naturaleza de este disfrute?

            A la luz de la Biblia hay un doble disfrute de Dios. Disfrutamos de Dios aquí en esta vida y disfrutaremos de Dios en los cielos o en la vida venidera.

            Hay un disfrute de Dios aquí en la tierra en esta vida. Pero este disfrute de Dios es imperfecto por el hecho de que todavía hay pecado en nosotros los hijos de Dios. Este disfrute consiste de dos cosas:

1.  En unión con Dios. Todo verdadero creyente está unido a Cristo por la fe. Y posee por esto un interés salvador en Dios. Es una planta con El. Somos uno en espíritu con Cristo y a través de esto se forma una unión mística o misteriosa entre Cristo y su pueblo. Por esta unión Dios es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo. El habita en nosotros y vivimos nosotros en El. Esta unión incluye todo nuestro ser: nuestra alma y nuestro cuerpo físico. Mis manos, mi boca, mis pies están unidos a Cristo y le pertenecen a El. Así como mi alma esta unida a Cristo y Cristo vive en mi alma por su Espíritu. Es esta unión el fundamento y la base de todo disfrute salvador de Dios.

2. En comunión con Dios. A través de los medios de gracia: la palabra de Dios, la oración y el uso de los sacramentos Dios derrama de su amor a nosotros sus hijos. Dios nos otorga su gracia, su paz, su presencia, su favor y las influencias de su Espíritu como expresión su bondad. Dios nos llena con gozo y paz en el creer. Todo verdadero creyente experimenta tal íntima relación con Dios. Y ese disfrute de Dios nos acompaña en nuestra vida. Gozamos de su bondad todos los días. Y cuando vemos que la vida que vivimos la vivimos en Dios, que Él es nuestra vida, que, aunque a veces sufrimos en este mundo de igual manera experimentamos de una manera misteriosa fortaleza, paz, cercanía con Dios, gozo en medio del dolor. Solo un creyente entiende lo que yo digo. Dios nos hace gustar de su bondad. Y cuando recordamos que somos herederos de una herencia incontaminada e inmarcesible y que Dios garantiza cuidarnos hasta que lleguemos a Sion, nuestra vida recibe una dosis de vigor que nos lleva, como llevó a los santos a quien Pedro les escribió en 1 Pedro 1:8 “os alegráis con gozo inefable y glorioso;” aun en medio de las tribulaciones.

            Pero hay, además, un disfrute de Dios en los cielos. Cuando este mundo como lo conocemos no sea más. Este consiste de 5 cosas:

1. En estar en la presencia de Dios. 1 Tesalonicenses 4:16-18 “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.” Estaremos siempre con el Señor, con Cristo, delante de la presencia de Dios, cerca de su trono, delante de Él; y Él nos mostrará su gloria.

2. En ver a Dios como El es. 1 Juan 3:2 “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” Tendremos una plena, satisfaciente visión de Dios, de todas sus perfecciones que cautivará nuestras vidas para siempre.

3. En una perfecta unión con El. Apocalipsis 21:3 “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.” Nuestra unión con Dios será más plena y más perfecta en los cielos. Aquí estamos unidos con El por la fe y su Espíritu. En los cielos Dios hará su morada con su pueblo de una manera más perfecta jamás imaginada.

4. En una plena comunión con El. Esta comunión y disfrute de Dios será mucho más placentera de los que recibimos ahora en esta tierra.

5. En pleno gozo y satisfacción. Nadaremos en un océano de gozo siempre fresco y nuevo para los hijos de Dios.

 

Aplicación:

1. Santidad en la tierra es antes que la felicidad en los cielos, (Thomas Boston). Quien no glorifique a Dios aquí en la tierra no disfrutará de Dios en los cielos. Quien no honre a Dios en la tierra no debe soñar con recibir, honor gloria y felicidad en las mansiones eternas en los cielos.

2. Todo hombre que no tenga a Dios en su alma está vacío. Podrá tener los millones del mundo, las comodidades del mundo, pero sin Cristo no tiene realmente nada. Sin ti nada somos. Nada en la tierra podrá llenar su vida y darle la plena felicidad que Dios otorga. No te olvides de las palabras de Jesús en Lucas 12:15 “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”

3. Dios es nuestro sumo bien. Dios es el bien principal. Y porque Dios es Dios sólo El nos puede dar aquella felicidad perfecta y satisfaciente en este mundo y en el mundo venidero. Todo bien en este mundo es pasajero, pero Dios es eterno. Todo bien en este mundo es finito, pero Dios es infinito. Eclesiastés 1:14 “Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.” Solo aquel que es la perfecta misericordia, bondad, gracia, amor y santidad puede darnos el disfrute de Dios por toda la eternidad. No busques tu felicidad en las cosas de este mundo. Ni el dinero, ni las comodidades, ni las posesiones te darán perfecta felicidad solo Dios. Por eso te digo: Búscalo a El en fe y arrepentimiento. No podemos glorificar al Padre sin su Hijo Jesús. Y no podemos disfrutar de Dios sino a través de Jesús. Cree en el evangelio. Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu casa. Vayan a Él todos los que estén trabajados y cargados y hallarán en El descanso y paz para sus almas. Amén.