El P e r d ó n por Jay E. Adams

     ¡Qué palabra maravillosa! Pero, ¡qué significa! ¿Cómo perdonar y por qué? 

    Perdonar a otros es modelar a otros la manera en que Cristo nos ha perdonado a nosotros mismos: “… perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32). El perdón debe ser otorgado a todos aquellos que dicen estar arrepentidos –inclusive si la ofensa ha sido repetida (Lucas 17:3). Pero, debe ser dado a aquellos que confiesan que han hecho algo mal, que dicen haberse arrepentido, y piden ser perdonados (Proverbios. 28:13). En Marcos 11:25, Jesús te dice que perdones a aquellos que te han hecho mal cuando estés orando, de esta forma se evita la amargura y el resentimiento (Efesios 4:32). Pero, esto es algo distinto a perdonar a los que han hecho mal sin que estos lo hayan pedido. Perdonar a otros debe reflejar el perdón divino; Él te perdonó cuando tú te arrepentiste.

     Algunos cristianos que no piensan, aconsejan perdonar a la otra persona no importa si esta se haya o no haya arrepentido. Esto es no comprender el perdón. La razón por la que lo aconsejan es para beneficio del que perdona. Sin embargo es por tú beneficio que Dios te perdonó. Su concepto centrado en sí mismo del perdón es antibíblico.  Dios no te perdonó hasta que te arrepentiste, admitiste que eres un pecador, y creíste.

     Debido a que al perdonar uno promete no volver a sacar en cara el pecado del ofensor, a él, a otros o a uno mismo,  no está bien perdonar antes de que haya arrepentimiento. Jesús te requiere que confrontes al ofensor (Mateo. 18:15ss) para que pueda haber una reconciliación. Si él se rehusa a escucharte, entonces dilo a uno o dos hermanos más. Si no los escucha a ellos, entonces tienes que decirlo a la iglesia. ¿Por qué? Porque con su ayuda se trata de ganar al ofensor.  En amor, el perdón verdadero no busca aliviar al perdonador, sino liberar al ofensor de su culpa abrumadora.  La parte ofendida persuade al ofensor hasta que el asunto sea resuelto delante de Dios y los hombres.

     Las personas que tratan de ser más buenas que Dios, terminan siendo crueles con los otros. La bondad no está enfocada en liberarse uno mismo perdonando a otros se hayan arrepentido o no, sino en procurar por todos los medios ganar al ofensor. Ignorarlo a él y enfocarnos en nosotros mismo, diciendo, “me siento mejor desde que perdoné a Bob, aunque él nunca buscó el perdón”, es el epítome de la moderna herejía psicológica centrada en uno mismo.

     Buscar el perdón no es disculparse. No hay nada en la Biblia acerca de disculparse –las palabras sustitutas del perdón no hacen el trabajo. Te disculpas, y dices “lo siento”, pero eso no es admitir tu pecado.  Todavía te has quedado con el balón en la mano. No le has pedido al ofendido que haga nada.  Pero, al confesar tu pecado diciendo, “Yo le pedí a Dios que me perdonará, y ahora te estoy pidiendo que me perdones”,  le estás pasando la bola al ofendido. Le estás pidiendo que entierre la cosa para bien.  Jesús le manda a la parte ofendida a decir  “ sí ”, y entonces a hacer la misma promesa que Dios hace: “No traeré más a mi memoria contra ti tus pecados e iniquidades”. Este es un caso cerrado. Disculparte no es lo mismo, ni logras lo mismo que al pedir perdón y ser perdonado.

     ¿Hay alguien a quien le debas pedir perdón?  Por otra parte, ¿hay alguien a quien nunca has confrontado respecto a una irreconciliada condición entre ustedes?  ¿Hay alguno de estos problemas pendientes? Entonces hay negocios que debes atender. ¿Por qué no resolverlos hoy mismo?

    Tú no tienes que sentir nada para perdonar. Perdonar es una promesa que tú haces y cumples, sea que lo sientas o no. Y es más fácil perdonar – aún a quien pequé contra ti siete veces al día – si recuerdas el gran sacrificio de Jesucristo por tus pecados por medio del cual Él te perdonó. Y, entonces, también, recuerda todas las veces que Él te ha perdonado al día desde que eres creyente. Hay otra cosa que puede ayudar. Si tú has perdonado de verdad, no es la quinta, ni la tercera; no es ni siquiera la segunda vez. Si tú has sepultado la cosa anterior, perdonar de verdad –es siempre la primera vez.