Grandes Incentivos Para La Oración

 

GRANDES INCENTIVOS PARA LA ORACIÓN

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Mateo 7:7

Si usted es uno de tantos cristianos que necesitan algún incentivo para su vida actual de oración, aquí están algunos de los mejores: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” -Mateo 7:7. Todos ellos son imperativos divinos acerca de la oración que nos sugieren la iniciativa, persistencia e insistencia que la oración demanda. Y reflejan un patrón de progresión y exploración de todas las alternativas y recursos que encierra la oración.

Luego, tenemos otro incentivo: La efectividad de la Oración – “Todo el que pide, recibe; el que busca halla; y al que llama se le abrirá.” (vers.8) La oración no es algo vago e inseguro; no es un barco a la deriva sin rumbo y sin puerto seguro. La oración siempre tiene su objetivo, y lo alcanza, Nadie podrá reprocharle a Dios que se haya hecho de “oídos sordos”, ni olvidos, ni negligencia. No solamente él nos escucha sino que garantiza que responderá pertinentemente a nuestra oración.

Como si todo esto no fuera suficiente, se nos añade otro incentivo: la analogía con nuestros padres terrenales – “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos...” (vers.11). Noten que el Señor establece claramente la diferencia entre nosotros como padres y nuestro Padre celestial. Dios se distancia de nuestra maldad. Y sin embargo, aún distanciados, como estamos, de ser buenos como Dios, sabemos dar buenas cosas a nuestros hijos. “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿ O se le pide un pescado le dará una serpiente?”

Pero, además, hay un contraste superlativo: “¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Distinto a nosotros como seres humanos y padres, nuestro Padre celestial es Dios, es Bueno y Perfecto con mayúscula. No se puede equivocar como nosotros, es imposible que nos pueda hacer algún daño; y además, tiene recursos inagotables.

Pero, ¡cuidado con malinterpretar los incentivos de Cristo para la oración! Podría perecer “demasiado buenos para ser cierto”. Y no es que lo sea, pero depende de que lo entendamos y apliquemos correctamente. Estos son incentivos para los hijos de Dios que han nacido de nuevo, y pueden llamar a Dios legítimamente “Padre”.

Además, nos dice muy acertadamente Martyn Lloyd-Jones: 1. Que la oración presupone conocimiento de la voluntad de Dios. De cuáles son esas cosas “buenas” que Dios tiene para nosotros, y puede y quiere darnos. 2. Que la oración presupone fe. Una cosa es saber algo, y otra confiar en que su voluntad se cumplirá por encima de todas las cosas. 3. Que la oración presupone un deseo ardiente por algo. Una cosa es saber y tener fe en eso que sabemos, y otra cosa es desearlo ardientemente sin claudicar.

Finalmente, recuerde que si le pedimos a Dios una piedra para comer o una serpiente como mascota, Él no nos lo va a conceder. Cuando la oración es para gastar en nuestros deleites egoístas, y cuando lo que pedimos trae consigo un daño previsto por Dios o está fuera de su buena voluntad, no podemos esperar otra cosa de nuestro Padre celestial, que no sea un rotundo: “NO”.