¡Demasiados decibeles!

 

Por Milton Villanueva / 1ro de junio de 2013

 

Tenemos que confesar que uno de los criterios que tuvimos presente a la hora de escoger una iglesia para congregarnos el día del Señor durante nuestras vacaciones, fue el nivel de los decibeles. No queríamos sufrir el exceso de volumen en el culto.

 

Regularmente en las iglesia que rompen oídos con su sistema de sonido, los responsables son los músicos, que usualmente tienen la manía de quererse escuchar, muchas veces arropando a los que dirigen el canto y a la misma congregación. Se olvidan que los instrumentos son para acompañar el canto, no para competir, ni para cancelar a los cantantes. En el culto, lo que se canta debe estar “al frente”, es decir, que sea lo que sobresalga, y debe entenderse y apreciarse claramente.

 

Pero los músicos no son los únicos responsables de los altos decibeles, el sonidista también es cómplice de la masacre auditiva. El sonidista, tiene que estar comprobando los niveles de sonido que puede variar entre el ensayo o cuando el templo está vacío, cuando está a mitad y cuando está completamente lleno. Además, debe tomar en cuenta que el sonido puede variar desde lo que uno escucha al frente, atrás y, y lo más crucial, cerca de las bocinas. Un buen sonido debe estar bien distribuido para que no hiera a nadie.

 

Sin embargo, también sabemos de iglesias que están en el otro extremo, mantienen unos niveles de sonido tan bajos que no nos explicamos para qué tienen equipo de amplificación.

 

Otra cosa, indistintamente de los decibeles, y de la calidad del equipo de sonido, hay que ecualizar el sonido. Mucho tono bajo es malo, mucho agudo también. Un poquito de “reverb” siempre ayuda a los solistas.

 

Finalmente, hay que “resetear” el canal para los predicadores que toman el micrófono en las manos.

 

Ninguna iglesia es perfecta, pero todas tenemos algo que aprender para hacerlo mejor. ¡REFLEXIONA!