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 ¿Por Qué Debemos Hacer Discípulos?

En estos días en que me he visto obligado a reorganizar y darle atención a la parte de mi biblioteca pastoral que quedó en Arecibo, he tenido que reencontrarme con los libros acerca del discipulado cristiano que alguna vez marcaron mi vida y ministerio. Volví a tomar uno de ellos, en busca de algo útil para un devocional que se me ha asignado para la Segunda Conferencia Hispana de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa en Orlando, Florida. Providencialmente mis ojos se fijaron en esta cita marcada con un amarillo ya casi imperceptible por el tiempo: “La vasta mayoría de los cristianos de occidente –miembros de iglesia, llenadores de escaños, cantadores de himnos, probadores de sermones, lectores de la Biblia, incluso los “creyentes “nacidos de nuevo” o “carismáticos llenos del Espíritu”, no son verdaderos discípulos del Señor. Si nosotros estamos dispuestos a ser discípulos, la iglesia en occidente será transformada, y su impacto en la sociedad será asombroso.” -David Watson, Called & Commited. Como conozco bien el tema y sus implicaciones, quedé cautivo de mis inevitables pensamientos y conclusiones.

Inmediatamente que emprendimos el viaje de regreso a nuestro apartamento en San Juan, llamé a mi amigo y compañero ministerial de toda la vida, Rev. José Antonio Juarbe. Le dije: “Te estoy llamando para desearte ¡feliz año nuevo!, y para decirte que lo que de alguna manera dejamos inconcluso hace 25 o 30 años atrás, es lo que debimos haber continuado haciendo todo el tiempo: hacer discípulos.”

Reflexionamos acerca de las fuerzas y circunstancias en que nos desenvolvíamos en esos tiempos, y por qué no, hasta el día de hoy, con sus variantes por supuesto. Por un lado la iglesia tradicional contenta con predicar y evangelizar hasta lograr convertidos e integrarlos al programa o actividades de la iglesia. Por otro lado, el movimiento de iglecrecimiento sembrando la ambición de mega iglesias con mega pastores y mega templos. En el último análisis, esta última corriente ha tenido como resultado iglesias más grandes numéricamente pero con los mismos defectos de antaño. Y los pastores conscientes del rebaño nos hemos quedado con la insatisfacción en cualquiera de las dos escalas, de, en el mejor de los casos, tener apenas miembros de la iglesia, convertidos pero no discípulos.

Cuando Cristo mandó “Haced Discípulos”, estaba implicando mucho más que evangelizar y que la gente sea salva, y que luego se hagan miembros de la iglesia, se congreguen fielmente y aporten sus ofrendas y diezmos. Ser un discípulo tiene que ver con el impacto trasformador de la vida de Cristo en todas las áreas de nuestra vida durante toda nuestras vidas. Es una relación personal con Jesucristo y una obediencia a su palabra que nos hace semejantes a él. A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía (Hechos 11:26). Antes de ser llamados cristianos, eran discípulos. Y porque eran discípulos (seguidores fieles de Cristo en todo) fue que se les llamó “cristianos”. Se les llamó cristianos como si se dijera de ellos “los cristos”, por ser semejantes a Cristo, por encarnar sus enseñanzas, por reflejarlo en sus vidas.

Fíjense que previo a que a los discípulos se les llamara cristianos, hubo todo un proceso de enseñanza y discipulado, que desembocó en la formación de vidas que eran réplicas de Cristo y su enseñanza, como lo eran también sus discipuladores. Pero, nosotros nos hemos conformado con menos, con meros convertidos y miembros fieles de la congregación local. Hemos perdido el rumbo, y la iglesia contemporánea está pagando las consecuencias al tener cada vez menos impacto en la sociedad en que vivimos.

Cristo dedicó toda su vida ministerial a hacer discípulos. Cierto es que fue un reducido número de doce, pero él sabía que no había otro “método” para que la iglesia cumpla a cabalidad la gran comisión efectivamente hasta que él venga, que haciendo discípulos. Y los discípulos aprendieron bien la lección, y no hicieron otra cosa que hacer discípulos. Y es que hacer discípulos lo abarca todo, y es lo que le da sentido, permanencia y continuidad a la obra de la iglesia de generación a generación.

“Tú has oído lo que les he enseñado a muchas personas. Ahora quiero. Ahora quiero que enseñes eso mismo a cristianos en los que puedas confiar y que sean capaces de enseñar a otros.”- 2 Timoteo 2:2 (TLA). Examinado bien este texto, alguien a señalado que ser un verdadero discípulo de Cristo, sólo queda demostrado en la cuarta generación de nuestra gestión: Pablo (primera generación), Timoteo (segunda generación), cristianos en los cuales puedas confiar y sean capaces de enseñar a otros (tercera generación y cuarta generación).

Entonces, a “hacer discípulos”. No hay tiempo que perder. Pero, recuerda, que primero tú mismo(a) tienes que ser uno de ellos.

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